"Se suele considerar que el rescate pagado por Atahualpa es el mayor de la historia de la humanidad"
Cuando España conquistó un imperio en menos de una hora con un minúsculo ejército.
La conquista de América fue una aventura para los españoles de la época en la que solo podían encontrar la fortuna o la muerte. La Batalla de Cajamarca o también llamada La captura de Atahualpa, fue un ataque sorpresa al monarca del Imperio Incaico, que realizó Francisco Pizarro y su ejército el día 16 de noviembre de 1532, en plena expansión del impero español sobre territorio americano. Esta historia, que podría ser un guion de ciencia ficción, nos refleja como el valor, el patriotismo, el honor o simplemente la codicia, llevaron a los españoles a conquistar el nuevo mundo.
Batalla de Cajamarca.
El conquistador extremeño Francisco Pizarro, llevaba desde 1502 buscando fortuna en el nuevo mundo en diversas expediciones y sabía de primera mano lo que era el hambre, el acoso indígena o las enfermedades. No fue ni el primero ni el único que intentó la conquista del Perú. En 1522, Pascual de Andagoya intentó la aventura pero su expedición terminó en un total fracaso. Sin embargo, las noticias de la existencia de "Birú" (el Imperio inca del Perú) y de sus enormes riquezas en oro y plata influyeron sin duda en el ánimo de formar la nueva empresa. Junto con sus cuatro hermanos, encabezaba una pequeña expedición de 168 hombres y 62 caballos, que partió de Panamá en diciembre de 1531 hacia Cajamarca, una de las ciudades más importantes del Imperio Inca. En el lado Inca, Atahualpa acababa de resultar victorioso en una larga guerra civil por la sucesión al trono contra su medio hermano Huáscar.
Los españoles entran en Cajamarca el 15 de noviembre de 1532 excusando entrevistarse personalmente con el mismo Atahualpa. A su vez el emperador tenia planeado eliminar aquellos conquistadores que habían penetrado en su territorio con suma facilidad.
Al entrar en la ciudad la encuentran vacía, el ejército inca de alrededor de 30.000 guerreros se encontraba acampado en las afueras. Pizarro encomendó a Hernando de Soto (explorador de la empresa) y a su hermano Hernando Pizarro, la misión de ir donde Atahualpa para invitarle a que viniera a cenar con él en Cajamarca. Pizarro insistió que la invitación debía ser comunicada de manera cortés y pacífica, para evitar malentendidos. Soto y Hernando partieron con 40 jinetes por si hubiese una emboscada. Llegaron a las tiendas del ejército de Atahualpa con 2 traductores nativos Felipillo y Martinillo. Cruzado el campamento y a las puertas del palacete, Soto y compañía enviaron a los traductores para solicitar que Atahualpa saliese pero este tardaba mucho en hacerlo. Hernando Pizarro ya muy enfadado grito a Martinillo "Decidle al perro que salga". Fue entonces cuando, Atahualpa se animó a salir, siempre tras una cortina que únicamente dejaba ver su silueta. De inmediato, Soto se acercó a la cortina, aún encabalgado, y le presentó la invitación a Atahualpa, aunque este ni siquiera lo miró. Hernando Pizarro se molestó nuevamente y comenzó a vociferar una serie de cosas que acabaron por llamar la atención del Inca, quien ordenó que le retirasen la cortina. Su mirada se dirigió muy particularmente al osado que lo había llamado "perro". El inca le dijo a Soto que al día siguiente se reuniría con su jefe en Cajamarca. Ante la indiferencia de Atahualpa hacia Hernando, este le amenazó con la superioridad bélica española. Finalmente Atahualpa invitó a Hernando y Soto a tomar una copa de licor de maíz. Los españoles por miedo a que estuviese envenenado, lo rechazaron. El inca probó un sorbo de una copa y los españoles bebieron también. Soto quiso enseguida lucirse y comenzó a galopar, haciendo maniobras ante el Inca. De repente avanzó sobre el monarca como queriendo atropellarle, pero paró en seco. Soto quedó asombrado al ver que el Inca había permanecido inmutable, sin hacer el menor gesto de miedo. Atahualpa ordenó luego traer más bebida y todos bebieron. Finalizó la entrevista con la promesa del monarca de ir al día siguiente a encontrarse con Francisco Pizarro. En realidad su intención era capturar a los españoles como a animales solo con las manos, y de ser necesario, usando boleadores.
Soto frenando su caballo frente a Atahualpa.
En una lenta y ceremoniosa marcha de miles de sus súbditos, el desplazamiento del monarca inca le tomó buena parte del día, causando desesperación en Francisco Pizarro y sus soldados, porque no querían pelear de noche. Es importante señalar que pese a que ya habían realizado diversas conquistas, los españoles ignoraban que los incas no combatían de noche por motivos rituales. Así describía Pedro Pizarro la llegada: "Dos mil indios iban delante de él, barriendo el camino empedrado por el que viajaba. Llevaban tal cantidad de servicio de mesa de oro y plata que era maravilloso verlo brillar bajo el sol. Delante de Atahualpa iban muchos indios cantando y bailando».
La emboscada de Pizarro tenia divididos a sus jinetes en dos grupos, uno al mando de Hernando Pizarro y otro al mando de Hernando de Soto. A los caballos se les colocó cascabeles para que hicieran más ruido al momento de galopar. En la cima de una torre situada en la plaza, se instaló el artillero Pedro de Candía, acompañado por tres soldados y dos trompetas, junto con la artillería, compuesta por dos falconetes dispuestos para disparar cuando se diese la señal. Atahualpa cometió el error de subestimar el peligro que el pequeño grupo de españoles representaba y acudió escoltado únicamente por un grupo de entre 3000 y 6000 servidores mientras que el resto de su ejercito se quedo fuera de la muralla. Llegado al centro de la plaza, ordenó a sus portadores que se detuvieran ya que no veía ningún español esperándole.
Avanzó hacia Atahualpa un hombre barbado y vestido con un hábito blanquinegro, era el fraile Vicente de Valverde, acompañado del intérprete indígena Felipillo y del soldado español Hernando de Aldana, el único de la hueste hispana que entendía ligeramente el idioma de los incas. Valverde, portando una cruz y un breviario, inició el llamado Requerimiento, ordenando a Atahualpa que renunciara a su religión pagana y que aceptara en cambio al catolicismo como su fe y a Carlos I de España, como soberano. El inca se sintió insultado y confundido por las demandas de los españoles.
Fray Valverde frente a Atahualpa.
El sacerdote le explicó que en el breviario se encontraba la palabra del Dios de su religión. Atahualpa cogió el libro, lo revisó y se lo acercó al oído, se indigno porque no oía nada ni sentía que ese objeto fuera así de poderoso, por lo que lo lanzó muy lejos con furia, gritando que él no se sometería ante nadie por ser el hijo del sol y que no conocía la religión de la que el sacerdote le hablaba. Seguidamente exigió que los españoles pagaran por los desordenes que habían cometido desde su llegada a su reino. Martinillo recogió el libro y se lo devolvió a Valverde que corrió hasta Pizarro gritándole: "¡Qué hace vuestra merced, que Atabalipa está hecho un Lucifer!" . Les contó a los soldados que Atahualpa había rechazado los evangelios y los incitó a combatir al infiel. Hay que señalar que los indios tenían pánico a los caballos y a la pólvora lo cual daba una ventaja a los españoles pese a su inferior numero de soldados.
Fue entonces cuando Pizarro dio la orden de ataque. Sonaron las trompetas y el artillero Pedro de Candía disparó uno de los falconetes que estaban en la cima de la torre, impactando el disparo en medio de la masa humana, matando y mutilando a los que en su línea de fuego encontró. Sus arcabuceros hicieron otro tanto y, apoyados en trípodes, comenzaron a llenar la plaza de humo con sus continuos disparos. El tronar fue brutal y, como cabía esperar, también lo fue el desconcierto de los enemigos. Antes de que los sorprendidos indios se recuperasen, los jinetes españoles, al grito de "¡Santiago, Santiago!", salieron estrepitosamente barriendo todo lo que tenían delante. La única puerta de salida estaba colapsada por la muchedumbre y la plaza se convirtió en una ratonera.
Pizarro a caballo se dirigió hacia Atahualpa que sentado en su trono no se inmutó durante la emboscada española. Bajo la litera, el líder español acabó con todos los siervos y señores que estaban dispuesto a seguir sujetando la silla de su emperador aún a costas de sus vidas. Su furia llegó a ser tal que cercenó varias cabezas de nativos. Los españoles sorprendidos, vieron como siempre había otro que ocupaba el lugar del primero para evitar que Atahualpa fuese capturado. Pedro Pizarro lo describió así: "luchando y matando indios hasta que, casi exhausto, un español intentó apuñalar a Atahualpa con su cuchillo. Pero Francisco Pizarro paró el golpe y al hacerlo el español que quería matar a Atahualpa hirió al gobernador en la mano". Tras arremeter con los caballos consiguieron hacer volcar la silla. Aprovechando que Atahualpa estaba en el suelo, los conquistadores españoles se lo llevaron hasta unos aposentos cercanos, donde lo encerraron.
Caída del trono de Atahualpa.
Del bando español solo murió un negro esclavo mientras que del lado inca entre 4000 y 5000 personas murieron entre guerreros y sirvientes del monarca.
Después de la toma de Cajamarca y la victoria contra los incas, Pizarro mantuvo preso a Atahualpa, aunque simulando que era su huésped. En un intento de escapar, el emperador prometió al extremeño pagar su libertad. Ofreció a cambio de su liberación llenar dos veces la habitación en la que estaba recluido, de plata y una de oro. Pizarro aceptó y de inmediato se mandó la orden a todo el imperio inca de que enviasen la mayor cantidad posible de oro y plata hacia Cajamarca.
Cuarto del rescate original donde retuvieron a Atahualpa.
Después de cumplir su parte, los españoles sentenciaron a muerte a Atahualpa por idolatría, fratricidio, poligamia, incesto y lo acusaron de ocultar un tesoro. Se le ofreció ser bautizado como cristiano y luego ahorcado o ser quemado vivo. Al escoger la primera opción fue bautizado con el nombre cristiano de Francisco. Fue ejecutado el 26 de julio de 1533. La noticia de su muerte originó una gran anarquía, muchas etnias incas se sublevaron e intentaron recuperar su independencia Se dice que Francisco Pizarro lloró su muerte.
La muerte de Atahualpa.
Tras esto Pizarro ordenó fundir lo recaudado para su reparto. Toda la fundición arrojó un valor español total de “un cuento y trescientos mil veintiséis mil quinientos treinta y nueve pesos de buen oro”. Oficiosamente, se suele considerar que el rescate pagado por Atahualpa es el mayor de la historia de la humanidad. A precios 2015, serian 232 millones de dólares (216 millones de euros) el oro y 6 millones de dólares (6 millones de euros) la plata.
El Colegio de Economistas del Perú, ya en tiempos actuales, exigió a la corona española reparaciones monetarias por el rescate que Atahualpa pagó a Pizarro, y que una comisión de historiadores y economistas ha calculado exactamente en 647 mil 74 millones de dólares; esta bicoca, además, tendría que venir acompañada de excusas públicas del Rey "por las iniquidades coloniales".
Existe una leyenda que sostiene que el general incaico Rumiñahui se dirigía a Cajamarca con un estimado de 750 toneladas de oro trabajado para el rescate, cuando supo que Atahualpa había sido asesinado. Se dice que volvió a Quito (que en ese momento era el nombre del territorio, hoy llamado Ecuador), transportando el tesoro hasta la Cordillera Llanganatis y la tiró a un lago. Rumiñahui a continuación mantuvo una lucha contra los españoles, y aunque finalmente fue capturado y torturado, nunca reveló la ubicación del tesoro.
Resultado | Victoria estratégica española. Captura de Atahualpa. | |||
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