LOS PRISIONEROS OLVIDADOS DE LA ISLA DE CABRERA

"Mucho tiempo estuvimos sin saber qué hacer con nuestros muertos, porque nos faltaban útiles para poder enterrarlos. Y como el terreno era muy duro, se tomó la decisión de quemarlos"

Las memorias de alguno de los supervivientes describen escenas de hambruna, desesperados intentos de fuga, suicidios y hasta canibalismo.

Asentamiento de los prisioneros franceses.

La historia nos enseña que al asesinato en masa, los humanos lo llaman guerra. Para muchos la guerra no termina con su muerte en el campo de batalla, sino que se prolonga como una agonía como prisionero de los vencedores. 

En 1808 estalla la guerra de la Independencia Española, la invasión de las tropas del gran ejército imperial de Napoleón a la nación española. En el terreno socioeconómico, la guerra costó en España una pérdida neta de población de 215000 a 375000 habitantes,​ por causa directa de la violencia y las hambrunas de 1812. Hay que añadir la crisis arrastrada de las epidemias de enfermedades y la hambruna de 1808, resultando en un balance de descenso demográfico de 560000 a 885000 personas, que afectó especialmente a Cataluña, Extremadura y Andalucía. A la alteración social y la destrucción de infraestructuras, industria y agricultura se sumó la bancarrota del Estado y la pérdida de una parte importante del patrimonio cultural.

Tras la victoria española en la batalla de Bailén, los soldados franceses hechos prisioneros (unos 18000 hombres) tuvieron diversa suerte. Los oficiales y militares de más alta graduación fueron llevados a Francia (como Dupont o Ligier-Belier), donde automáticamente fueron cesados y víctimas del enfado de Napoleón, que consideraba la rendición como una cobardía. Un grupo de unos 4000 prisioneros fueron llevados a las islas Canarias, donde terminaron rehaciendo su vida e integrándose. Corrieron sin saberlo mucha mejor suerte que el resto de sus compatriotas: la gran mayoría (unos 9000 hombres) fueron llevados a la isla de Cabrera.

Según las Capitulaciones de Andújar (22 de julio de 1808),​ los prisioneros franceses iban a ser llevados a Francia desde Cádiz en barcos ingleses. Esto no se cumplirá, entre otros porque el gobernador militar de Cádiz decide enviarlos a Cabrera. Mientras tanto, los prisioneros permanecieron hacinados en pontones en Sanlúcar de Barrameda.

Su viaje comenzó el 9 de abril de 1809, partiendo de la bahía de Cádiz, y con la esperanza de volver a su patria. El viaje resultó penoso por el hacinamiento prolongado y las tempestades; la disentería se extendió a bordo. El posible intercambio con presos españoles en Francia no se cumple; los rumores de liberación se van contradiciendo. No hay que olvidar el justificado rencor que debía sentir la población española después de la traición y de Napoléon a sangre y fuego.

Finalmente son desembarcados y abandonados a su suerte en el islote de Cabrera. Cárcel natural, donde las abruptas costas y la lejanía de las islas colindantes hacen prácticamente imposible la fuga. Este cautiverio fue el primer campo de concentración de la historia.​ No existía en la isla ningún edificio utilizado como cárcel, sino más bien, la prisión era la propia isla. El suministro de víveres llegaba desde Mallorca cada cuatro días, repartiendo la mínima comida para sobrevivir hasta el siguiente abastecimiento.

Isla de Cabrera de apenas 16 km2

El problema se dio cuando, debido a las tempestades en el canal que une la isla Mallorquina y la de Cabrera, el envío se retrasó, haciendo un total de ocho los días sin enviar nada a la isla, dando lugar a un fallido intento de hacerse con el barco por parte de los franceses, que enfadó muchísimo a los suministradores, por lo que no quisieron volver. Mientras se encontraba un grupo de personas y otro barco que aceptara el trabajo de reponer la comida en Cabrera, pasaron hasta tres meses. En este tiempo se dieron situaciones de auténtica penuria, muchas muertes por inanición.


A pesar de las renuncias de algunos por hacer algo que convierta esa estancia en algo estable, van levantándose cabañas junto a la playa, aunque la mayoría de los soldados franceses no hacen sino entregarse a una espera fatídica. Los oficiales franceses intentaron organizarse y establecer cierta disciplina para facilitar la supervivencia pero los supervivientes pronto comenzaron a experimentar el caos, la violencia, los infructuosos intentos de fuga, los suicidios y las enfermedades producto de las deplorables condiciones de vida.

Según relatos de supervivientes: "Mucho tiempo estuvimos sin saber qué hacer con nuestros muertos, porque nos faltaban útiles para poder enterrarlos. Y como el terreno era muy duro, se tomó la decisión de quemarlos. Cada semana se formaba una gran hoguera de ramas y hojas secas y los inanimados cuerpos de nuestros compañeros de infortunio eran colocados en ella despidiendo una chispeante y vivísima llama que contemplábamos con tristeza."

Ruinas de edificaciones levantadas por los franceses durante su cautiverio

Hay indicaciones de que se practicaron el canibalismo y la coprofagia​ entre ellos por parte de un grupo que se separó de la mayoría viviendo en las cuevas (llamados tártaros), aunque la gran mayoría niega esta opinión y justifica que aunque se pudiera llegar a pensar en estas extremas situaciones de debilidad y sufrimiento se rechazaba ese hecho por el asco que le producía la idea de poder comerse a uno de los suyos. Lo que sí dicen que es cierto es que ingerían sus propias heces cuando las hacían o cuando llegaba un oficial a la isla con náuseas del viaje, cuando este vomitaba muchos presos ya en situaciones moribundas ingerían dichos vómitos.

El cautiverio terminó en 1814 al firmarse la paz. De cada cuatro presos que llegaron a Cabrera murieron tres y sólo sobrevivieron unas 3600 personas de los 9000 que llegaron, además de otros presos enviados de las guerras napoleónicas que también perecieron.

En recuerdo a los que murieron en esas circunstancias de sufrimiento, enterrados en el cementerio francés, se levantó un monolito en la isla.

Monolito en memoria a los soldados franceses.

Quedó como símbolo de la barbarie de una guerra. Recordar que los españoles prisioneros en Francia, no corrieron mejor suerte ni destino. Se dice que en su interior, una cripta contiene a modo de muestra, despojos y huesos de aquellos desdichados hombres de la guerra.



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