JORGE TREJO PEREIRA (1981-Actualidad)

"Cada cargador tiene unas treinta balas y el último lo vacié a ráfagas más cortas para no quedarme sin munición. Ese rato se hace más largo de lo normal..."

Con un fusil, cinco cargadores y mucho valor, un solo militar español luchó contra toda una fuerza insurgente en Irak.

Soldado Jorge Trejo

Las misiones actuales de las tropas españolas suelen ser misiones de paz. Pero no hay que olvidar que en zona de guerra hay que llevar armas y a veces no queda más remedio que dispararlas. La brigada Extremadura XI ya ha pisado escenarios de conflicto como Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Irak, Líbano, Malí y recientemente Letonia. El episodio bélico más conocido es el de la 'batalla de Nayaf', en Irak, ocurrido en 2004. 

Los primeros días de abril de 2004 fueron unas jornadas agitadas para las tropas españolas desplegadas en Irak. José Luis Rodríguez Zapatero, recién elegido presidente del Gobierno por el PSOE, había expresado en reiteradas ocasiones su intención de retirar a las tropas del país árabe. Una región en guerra, que vivía al ritmo de incontables facciones que batallaban entre si hasta la muerte. Un auténtico negro nido de almas.

El 4 de abril de 2004, un grupo de militares liderados por el capitán Jacinto Guisado protagonizaron un peligroso rescate en la localidad iraquí de Najaf. Muchos han bautizado ese episodio con el nombre de "la batalla de todas las batallas del Ejército español".

El dia 7 de Abril, hacía guardia un jovencísimo militar extremeño de la Brigada de Infantería Mecanizada (Brimz) Extremadura XI, con sede en Bótoa (Badajoz). El soldado Jorge Trejo Pereira tenía entonces 23 años, llevaba menos de dos en el Ejército, descargó cinco cargadores de su fusil contra el enemigo aguantando la posición hasta que llegaron los refuerzos. Ese día el militar oteaba la ciudad de Diwaniyah desde su garita de seguridad, protegida por una montaña de sacos terreros. 

El soldado Trejo durante una misión.

A las 23:15 en la noche despejada de Diwaniyah reinaba una calma absoluta. El soldado Trejo, a quien sólo le faltaban diez minutos para terminar su guardia, aguardaba con tensión y los ojos bien abiertos. Diez minutos no es mucho. Diez minutos pasan fugaces. Pero el tiempo, a veces, se queda quieto y dormido y decide no moverse por más que las arenas del desierto sigan agitándose fuera.
Esa noche la oscuridad arropaba al enemigo. El soldado español detectó una sombra. Era un enemigo de una fuerza que pronto se precipitaría contra ellos. Es en este punto donde Trejo preparó su resistencia ante los insurgentes árabes. 


Agudizando el oído curtido ya en varias misiones internacionales, Trejo logró escuchar el silbido de una granada de mortero saliendo del tubo. El enemigo atacaba. Eran las fuerzas del Ejército de al-Mahdi, milicia liderada por el clérigo Muqtada al-Sadr. El enemigo comenzó a disparar con fusiles. Jorge Trejo estaba solo ante el enemigo. Debía convertirse en un muro si quería frenar la embestida. Muy cerca de su posición estaba el helipuerto de la base militar. Probablemente ese fuera el objetivo de los atacantes.

Estando el enemigo a unos 50 metros de la base, un cohete RPG enemigo sobrevoló la cabeza del soldado Trejo, que escuchaba las explosiones de las granadas cerca de su posición. El militar tomó su arma reglamentaria y sin dudarlo comenzó a disparar sobre los asaltantes, con la intención de frenar su avance esperando que llegasen refuerzos en su ayuda. 

Trejo lo relataba así:
"Me quedaban diez minutos para que me dieran el relevo y escuché la salida de un mortero. Inmediatamente cogí la radio para informar y no me dio tiempo porque cayó al lado de mi garita. Luego vi pasar un cohete (RPG) por encima, así que abrí fuego. Ahí no piensas, actúas, es para lo que estamos instruidos. Y así estuve un buen rato, abriendo fuego e informando. Calculo que los enemigos estarían a unos cincuenta metros. No sé qué intenciones tenían, eso solo lo sabían ellos, pero daño querían hacernos. Supongo que querían introducirse en la base justo por donde yo estaba. No sé cuánto duró. Con el tiempo iba cediendo el fuego enemigo hasta que cesó".


Un tirador selecto del GOE XIX apuntando su fusil de precisión Accuracy International AW308

Trejo alternaba disparos con comunicaciones por radio al cuerpo de guardia. Uno a uno, vaciaba sus cargadores con sangre fría sobre el enemigo, intentando seleccionar los objetivos en unos instantes que fueron decisivos. Su vida dependía de si mismo.

Así cuenta su protagonista lo ocurrido:
"Cada cargador tiene unas treinta balas y el último lo vacié a ráfagas más cortas para no quedarme sin munición. Ese rato se hace más largo de lo normal porque estás en tensión y parece que el tiempo se pare. Hacía fuego yo, el enemigo y el apoyo también. Menos mal que el funcionamiento de la unidad dándome luego la cobertura fue perfecto".

Y así fue, una ametralladora arrancó su claqueteo. Eran refuerzos, los compañeros del soldado Jorge Trejo. Pero aun se situaban lejos y les era imposible aproximarse más ante el fuego de los morteros del Ejército de al-Mahdi. El enemigo, por contra, seguía lanzando proyectiles sobre el helipuerto con intención de destrozar las aeronaves.
Las balas del soldado Trejo se iban agotando, ya había disparado 5 cargadores. Una vez detectó el origen concreto del ataque, lo trasladó por radio a sus compañeros, que centraron sus esfuerzos en contrarrestarlo. A la resistencia se sumó un vehículo blindado BMR. 

Un BMR-600 del Ejército de Tierra de España en Irak.

El contraataque fue fue eficaz y las tropas enemigas abandonaron el intento de conseguir su objetivo. Jorge Trejo apenas tenía munición para resistir mucho más tiempo. Como resultado: las aeronaves quedaron intactas, la garita del soldado masacrada a balazos, su arrojo y entrega en lo más alto.

Por su valor, la Cruz del Mérito militar con distintivo rojo. 

"Mis padres se fueron enterando de lo que ocurrió por la televisión y cuando ya pasó todo lo conté. Su reacción fue de quedarse en shock porque no se lo esperaban, pero luego fueron conscientes de que es mi trabajo. Si tienes la oportunidad de combatir es una sensación muy grande para un militar. Y si sale bien, te refuerza de una manera impresionante", señala este militar que no ha vuelto a viajar en misión internacional y que afirma echar de menos la acción.

                                                    El soldado Trejo posando junto a carros de combate.

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