BATALLA DE BICOCA, 27 de Abril de 1522

"En los campos que habían cruzado dejaban más de 3000 muertos. Entre ellos se encontraban 22 capitanes"

Carlos I de España aplasta de manera implacable a los imbatibles piqueros suizos. Los españoles no sufrieron ni una sola baja. 

Batalla de Bicoca.

La batalla ocurrió en el ámbito de la Guerra de los Cuatro Años, cerca de la localidad del mismo nombre, situada en el antiguo Milanesado. El ejército compuesto por las fuerzas combinadas de Francia y la República de Venecia se enfrentó al ejército Imperial español al mando de Prospero Colonna (mercenario militar al servicio de la corona española). Merced a una mejor táctica, las tropas de Carlos V lograron una aplastante victoria que precedió a la decisiva batalla de Pavía (ocurrida en 1525).

Y como siempre en esa eterna guerra italiana, todo aquel desastre empezó por un exceso de confianza francés. Tras ser desalojados de Milán y Parma recientemente, los franceses se propusieron a principios de 1522 recuperar el terreno perdido con la ayuda de un gigantesco ejército de mercenarios suizos, cuya habilidad con las picas habían revolucionado los campos de batalla europeos. En ese momento se les consideraba la mejor infantería mercenaria de Europa; y eran la mejor baza con la que contaba Francisco I.

El ambicioso rey francés vio la ocasión perfecta para apropiarse de la mayoría de los reinos italianos. La guerra resurgía de forma continua cada vez que Francisco I de Francia reunía fondos para levantar un nuevo ejército, pese a sus trágicos desenlaces en el campo de batalla. Dos derrotas casi seguidas, Bicocca y Pavía, demostraron al galo que, aunque Carlos era joven, contaba con temple y estaba respaldado por una brillante generación de consejeros y militares.

Prospero Colonna.

Al comienzo de la guerra en 1521, el emperador Carlos V y el papa León X unieron fuerzas contra el Ducado de Milán, principal posesión francesa en Lombardía. Un gran ejército papal al mando del marqués de Mantua, junto a tropas españolas procedentes de Nápoles y otros contingentes menores del resto de Italia, se concentraron cerca de Mantua. 
Las fuerzas alemanas enviadas al sur por Carlos cruzaron junto a Valeggio, en territorio veneciano, sin ser molestadas. Las fuerzas papales, españolas y alemanas combinadas bajo el mando de Próspero Colonna, penetraron entonces en territorio francés.

Para el otoño de 1521, el ejército de Lautrec (comandante de las tropas francesas), que mantenía una línea defensiva desde el río Adda hasta Cremona, comenzó a sufrir deserciones masivas, particularmente entre los mercenarios suizos. Colonna aprovechó la oportunidad que se le ofrecía y  avanzó con el ejercito imperial junto a los alpes para dar caza a Lautrec. El comandante francés sin infantería y abrumado por el volumen del contingente español se retiró a Cremona con 12 000 hombres.


En enero, los franceses habían perdido Alessandria, Pavía y Como. Lautrec había recibido los refuerzos de 16000 piqueros suizos y tropas de refresco venecianas, junto a varias compañías francesas al mando de Thomas de Foix-Lescun y Pedro Navarro; también se había asegurado los servicios del condotiero Giovanni de Médicis, que puso sus Bandas Negras al servicio francés. Lautrec mandó atacar Novara y Pavía, esperando atraer a Colonna a una batalla decisiva.
Colonna abandonó Milán, fortificándose en el monasterio de Certosa, al sur de la ciudad.

Mercenarios suizos.

Pero Lautrec no contaba con las exigencias de los mercenarios suizos, que formaban el grueso de sus tropas. Albert von Stein y el resto de capitanes mercenarios, al no haber recibido una sola de sus pagas desde que llegaron a Lombardía, exigieron a Lautrec que atacara al Ejército Imperial inmediatamente, o regresarían a sus regiones. Lautrec accedió a regañadientes, marchando hacia Milán.

Mientras tanto, Colonna se había retirado a una formidable posición: el parque mansión de Bicocca a seis kilómetros al norte de Milán. El parque se alzaba entre un largo terreno pantanoso al oeste y la carretera principal hacia Milán en el este. La artillería imperial, emplazada en varias plataformas protegidas por el muro, protegía los campos del norte y varias partes de la misma carretera.
Justo detrás de la muralla se situaban cuatro filas de arcabuceros españoles, dirigidos por Fernando de Ávalos. Estos quedaban respaldados por piqueros españoles y alemanes bajo el mando de Georg von Frundsberg. Al sur se situaba el grueso de la caballería imperial, a considerable distancia tras la infantería. Una segunda fuerza de caballería se situaba más al sur, guardando el puente.

La tarde-noche del 26 de abril, Lautrec envió una pequeña fuerza de reconocimiento de 400 jinetes que informaron de diques agrícolas que dificultaban la movilidad. Esto no disuadió las ganas de combate de los suizos.
Francisco Sforza llegó a la mañana siguiente con 6400 soldados para reforzar las tropas imperiales de Colonna.

Al atardecer del 27 de abril, Lautrec lanzó su ataque. Las Bandas Negras limpiaron el campo de estacas españolas. Dos columnas suizas, cada una comprendiendo entre 4000 y 7000 hombres, acompañaban a varias baterías de cañones a la cabeza del avance francés. Se disponían a asaltar frontalmente el frente fortificado del campamento imperial. El resto del ejército francés, incluyendo la infantería francesa, formó una amplia línea a cierta distancia de las dos columnas suizas.

Los suizos contaban entre 4000 y 7000 soldados. Sabiendo de su aplastante superioridad numérica, piensan que será una victoria fácil, ya que hasta ese momento, nadie ha sido capaz de derrotarlos.
El mando combinado del asalto suizo fue desempeñado por Anne de Montmorency. Mientras las columnas suizas avanzaban hacia el parque, les ordenó detenerse y esperar que la artillería francesa bombardeara las defensas imperiales, orden que ignoraron los suizos. El avance suizo les colocó al alcance de la artillería Imperial. Carentes de cobertura en el campo abierto, sufrieron cuantiosas bajas, hasta mil suizos podrían haber muerto antes de tomar contacto con las líneas imperiales.


Disposición de la batalla.


Los españoles están situados en una ligera elevación, protegidos por un muro de tierra. Cuando los suizos llegan, retienen su avance por culpa de la pendiente. Fríamente, los españoles permiten que se acerquen. Cuando se hallan a tiro, se da la orden y los arcabuces hacen fuego sostenido. La primera fila dispara y se retira, dando paso a la segunda y así sucesivamente, en un ejemplo de disciplina de fuego nunca visto anteriormente. Para entenderlo, es necesario saber que un arcabuz se tardaba entre
minuto y minuto y medio en recargar. Durante ese tiempo (que es mucho), no se podía dejar de disparar para ser efectivo.
Aun así, los suizos intentaron penetrar en las líneas imperiales mediante una serie de cargas desesperadas. Algunos grupos de piqueros suizos alcanzaron la cima del terraplén, donde chocaron contra los lansquenetes imperiales, que habían tomado posiciones frente a los arcabuceros.

Después una media hora de intentos, los restos de la vanguardia suiza se retiraron hacia la línea principal francesa. En los campos que habían cruzado dejaban más de 3000 muertos. Entre ellos se encontraban 22 capitanes, incluyendo a Albert von Stein.​ De los nobles franceses que acompañaron el asalto, solo sobrevivió Montmorency.
Por parte de los españoles solo hubo un muerto, pero no fue por un arma suiza sino por una coz de mula.

Arcabuceros españoles.

Unos 400 jinetes de caballería pesada francesa alcanzaron el campo de batalla. Colonna respondió enviando un destacamento de caballería con Antonio de Leyva para frenar el avance francés. Ante la destreza de los jinetes españoles,  la caballería francesa deshizo su camino y se reunió con el grueso del ejército.

Desoyendo las peticiones de Ávalos y varios comandantes imperiales, Colonna rehusó ordenar un ataque a gran escala sobre los franceses, señalando que la mayoría del ejército francés, incluyendo el grueso de su caballería, permanecía intacto. Indicó que los franceses ya habían sido derrotados.

El juicio de Colonna se reveló correcto. Los suizos no estaban muy dispuestos a iniciar un nuevo ataque, y regresaron a sus hogares el 30 de abril. Lautrec, considerando que su resultante debilidad en tropas de infantería hacía imposible continuar la campaña, se retiró al este, cruzando el río Adda.


La mala campaña militar de Lautrec condujo al completo colapso de la posición francesa en el norte de Italia. Libres de la amenaza del ejército francés, Colonna y Ávalos avanzaron sobre Génova, capturando la ciudad tras un breve asedio. Francia intentaría recuperar Lombardía por dos veces antes del final de la guerra, sin éxito. Los términos del tratado de Madrid, que Francisco I se vio forzado a firmar tras su derrota en Pavía, dejarían Italia en manos españolas incluida la cotizada Génova.
Aunque los mercenarios suizos seguirían interviniendo en las Guerras Italianas, no volverían a efectuar los ataques frontales. Su actuación durante la Batalla de Pavía de 1525 sorprendería a los observadores por su falta de iniciativa y coraje.

Desde entonces en español la palabra bicoca se utiliza para definir la consecución de algo de manera sencilla, ​ mientras que en francés tiene el significado de casa en ruinas.

Beligerantes
Pavillon royal de la France.svg Reino de Francia
· Early Swiss cross.svg Mercenarios suizos
Flag of Most Serene Republic of Venice.svg República de Venecia
Banner of the Holy Roman Emperor with haloes (1400-1806).svg Sacro Imperio Romano Germánico
Flag of Cross of Burgundy.svg Imperio español
Flag of the Papal States (pre 1808).svg Estados Pontificios
Flag of the Duchy of Milan (1450).svg Ducado de Milán
Comandantes
Pavillon royal de la France.svg Vizconde de Lautrec
Pavillon royal de la France.svg Duque de Montmorency
Flag of the Papal States (pre 1808).svg Prospero Colonna
Banner of the Holy Roman Emperor with haloes (1400-1806).svg Jorge de Frundsberg
Flag of Cross of Burgundy.svg Fernando de Ávalos
Fuerzas en combate
19 000-30 00018 000
Bajas
>3000 suizos muertos0

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