JOSÉ RAMÓN RODIL Y CAMPILLO (1789 - 1853)

“El heroísmo no es digno de castigo”

Rodil fue el último combatiente realista en capitular ante los insurgentes del Perú. Resistió a la espera de refuerzos desde la península durante casi dos años en la Fortaleza del Real del Callao. Vivió la muerte o deserción de 2.424 de los 2.800 soldados que la defendían.

José Ramón Rodil y Gayoso Campillo

José Ramón Rodil nace en Santa María de Trobo, Lugo, un 5 de febrero de 1789. Era estudiante en la Universidad compostelana al desencadenarse la Guerra de la Independencia. Esto implicó una inflexión completa en el curso de su vida. Secundó la conducta de la mayoría de sus compañeros de aulas, al alistarse en el célebre Batallón Literario de Santiago. Sin tardanza, evidenció notables dotes para el oficio de las armas en las acciones bélicas en las que participó.

Con el cargo de comandante al término de la contienda, pronto marcharía a América (verano de 1816) con el Regimiento Infante don Carlos para combatir a los llamados “insurrectos” desde la Península. Pronto, su carácter disciplinado así como su cercanía a la tropa, creó un sólido prestigio entre sus compañeros de armas y superiores, aunque también envidias. Estas favorecidas por la rudeza de su temperamento que lo acompañarían a lo largo de su vida. 

Su primera gran acción en América fue en la batalla de Maipú (Chile) el 5 de abril de 1818. Su regimiento, el II de Arequipa, constituido íntegramente por indios, mulatos y negros parte en retirada  presa del pánico. La energía y decisión de Rodil evita la desbandada y una masacre. Esta determinación elevó su reputación y fue nombrado coronel en 1820, una vez retornó a Lima. Ese mismo año fue destinado a las fuerzas acantonadas en el Callao, Perú.

Batalla de Maipú

El desastre de Ayacucho (1824) puso fin al virreinato peruano. En paralelo a los sucesos de Ayacucho, todavía hubo una última guarnición que acometió una resistencia casi suicida. José Ramón Rodil y Campillo y los últimos españoles del Perú se atrincheraron en la Fortaleza del Real Felipe del Callao, construida inicialmente para defender el puerto contra los ataques de piratas y corsarios.

Rodil y sus 2800 soldados se negaron a rendirse ante la perspectiva de que aún podría recibir pronto refuerzos desde la península. Contaba para su defensa con los veteranos regimientos Real de Lima y Arequipa junto a los soldados independentistas desertores que se les habían unido. Se habían refugiado también en el Callao millares de civiles realistas que perecieron en gran número por hambre y enfermedad. Rodil se negó a recibir a cualquier enviado de Simón Bolivar con ofertas para la capitulación. Por lo tanto, el Callao fue el último bastión español en Sudamérica y la última esperanza de recuperar estos territorios. El asedio fue dirigido por el venezolano Bartolomé Salom al mando de 4700 hombres. Sufrieron un constante bombardeo de artillería y un bloqueo naval por parte de Perú, Chile y la gran Colombia.


Durante el asedio Rodil tuvo que tomar duras decisiones para evitar las deserciones entre las filas españolas. En un solo día mandó fusilar a 36 conspiradores. La hambruna, las malas condiciones sanitarias y las epidemias hizo del consumo de carne de rata algo habitual. Estas precarias condiciones hacían bajar el numero de defensores cada día pero no así la determinación de Rodil. 

Sin embargo, la Fortaleza del Real Felipe y los Castillos del puerto resistieron un sitio de casi dos años. Finalmente el 22 de enero de 1826 cuando casi todos sus soldados habían muerto aceptó capitular ante el comandante del asedio el general venezolano Bartolomé Salom. La asombrosa resistencia del jefe realista mereció que Simón Bolívar dijera a Salom después del triunfo, cuando este último pedía la máxima pena para el jefe realista: “El heroísmo no es digno de castigo”. Rodil obtiene condiciones honrosas en la capitulación llevando consigo las banderas de sus regimientos que fueron las últimas en abandonar el Perú. Solo unos 376 soldados lograron salir con vida de aquellos dos años extremos. Con la entrega del Callao, desapareció el último ejército español de América del Sur. 

Fortaleza del Real Felipe, en la bahía del Callao, Perú

Regresó a la península en 1826 como Mariscal de Campo por haber defendido heroicamente El Callao, y por sus méritos militares se le otorgó en 1831 el título nobiliario de Marqués de Rodil entregado por Fernando VII. 

Unido a los liberales, con ocasión de la reorganización militar llevada a término por la Regente María Cristina de Borbón a la muerte de Fernando VII, fue encargado de perseguir y capturar al pretendiente al trono Carlos María Isidro de Borbón, hermano del difunto rey, pero la tarea fue vana al estar este refugiado en Portugal. Durante la Primera Guerra Carlista fue nombrado General en Jefe del Ejército del Norte y virrey de Navarra (en julio de 1834), enfrentándose a Zumalacárregui, que le derrotó y provocó su fulminante destitución, cuatro meses después. 

En septiembre de 1840, la Junta Revolucionaria de la capital de la nación le designó capitán general de Madrid; ocupando en el trienio esparterista otras Capitanías Generales. En ese puesto aplastó el pronunciamiento del legendario Montes de Oca en octubre de 1841, decretando su fusilamiento en Vitoria.

El 17 de junio de 1842 sustituyó a Antonio González González en la Presidencia del Consejo de Ministros en un gobierno del que sería igualmente su ministro de la Guerra. Su enconado enemigo Francisco Javier Istúriz, le desproveyó en el segundo gabinete que presidiera (del 5 de abril de 1846 al 28 de enero de 1847) de todos sus cargos y honores. 

José Ramón Rodil y Gayoso Campillo

Rodil pasaría el resto de su vida pública como anodino miembro de la Cámara Alta, de la que fue designado senador vitalicio en 1849. Falleció en Madrid el 20 de febrero de 1853, a los 64 años de edad.

Marqués de Rodil y laureado de San Fernando, estuvo en posesión de todas las grandes condecoraciones castrenses y civiles.



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