"Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto"
Churruca fue uno de los grandes héroes de la catastrófica batalla de Trafalgar. Al mando del navío San Juan Nepomuceno no dudó en enfrentarse solo a seis navíos ingleses a la vez.
Cosme Damián Churruca
Cosme Damián de Churruca y Elorza nació en Motrico (Guipúzcoa), un 27 de septiembre de 1761. Sus padres eran Don Francisco de Churruca (alcalde de Motrico) y Doña María Teresa de Elorza. A los 11 años fue enviado a cursar estudios de Gramática y Humanidades al Real Seminario de Vergara y más tarde en el Conciliar de Burgos. En marzo de 1777 fue trasladado a la Compañía de Guardias Marinas que se había formado en El Ferrol y promovido a alférez de fragata al año siguiente.
En octubre de 1778 sube por primera vez a un navío, el San Vicente, al mando de Francisco Gil de Taboada y Lemos. En esta primera campaña se puso en evidencia el arrojo de Churruca frente a los peligros y su aptitud para aminorar los riesgos mediante el estudio de las maniobras. Tuvo su primera misión militar en el asedio a la Gran Bretaña por la escuadra combinada franco-española estacionada en Brest.
El 14 de septiembre de 1782, participó en el asedio a Gibraltar planeado por el duque de Crillón. En la noche en que las “balas rojas” inglesas produjeron el incendio de las baterías flotantes de D’Arçon, se distinguió tratando de apagar el incendio y salvando supervivientes bajo un diluvio de fuego con el bote de su fragata. Aquella acción fue un fracaso para España, ya que Gibraltar quedó en manos de los ingleses, pero Churruca fue promovido por ello a alférez de navío en ese mismo año.
Explosión de una batería flotante española, alcanzada por una bala roja durante el asedio a Gibraltar en 1782.
Al terminar la guerra en 1783, la fragata Santa Bárbara fue enviada a Montevideo. Churruca, guiado por su instinto, vigilaba la derrota al detalle, pudiendo advertir a tiempo un grave error en los cálculos del piloto, por lo que reaccionando a tiempo evitó el naufragio del buque.
Ascendió a teniente de fragata el 15 de septiembre de 1784. Se distinguió en Matemáticas, Mecánica y Astronomía aplicadas a la marina y fue ascendido a teniente de navío el 28 de abril de 1787.
El 5 de octubre de 1788 se embarca en la expedición del capitán de navío Antonio de Córdoba. Churruca estuvo encargado de la parte astronómica y geográfica. A costa de indecibles trabajos y con riesgo de perecer por los continuos temporales, reconocieron la Tierra del Fuego desde el cabo Lunes hasta el océano Pacífico, y regresaron a Cádiz el 13 de mayo de 1789. Las malas circunstancias de navegación durante su exploración acabaron con su salud. Cayó gravemente enfermo y sintió amagos de escorbuto, aunque finalmente consiguió recuperarse.
Se embarcó nuevamente en Cádiz el 17 de junio de 1792 a una expedición geográfica a América del Sur (1792-95), en la que debían recorrer las islas y costas del golfo mexicano y el resto de las islas del continente, con el fin de formar el atlas marítimo de la América septentrional. Tras esto tuvo un ascenso a Capitán de Navío en 1798.
En 1799 se le confía el mando del navío Conquistador para defender las posiciones de los aliados franceses en el Canal de la Mancha. Pasó con el navío y la escuadra de la que formaba parte, de Cádiz a Brest, donde fondeó el 9 de agosto de 1799. Allí escribió una instrucción militar, que imprimió y repartió a sus compañeros. Sirvió admirablemente a su propósito de establecer en la Armada una más completa y severa disciplina. Estando en Brest recibió del gobierno el encargo de ir a París con una misión científica. Fue recibido con gran aprecio por el primer cónsul Napoleón Bonaparte.
A causa de un tratado secreto entre España y Francia (1 de octubre de 1800), se cursa la Real Orden de 31 de marzo de 1801, por la que debían entregarse a la Marina francesa en Brest, a mediados de abril de 1802, dos hermosos barcos de setenta y cuatro cañones, completamente armados. Los elegidos fueron el Conquistador y el Pelayo, con gran disgusto de Churruca que había dedicado tres años de su vida a organizar y perfeccionar su buque.
A causa de un tratado secreto entre España y Francia (1 de octubre de 1800), se cursa la Real Orden de 31 de marzo de 1801, por la que debían entregarse a la Marina francesa en Brest, a mediados de abril de 1802, dos hermosos barcos de setenta y cuatro cañones, completamente armados. Los elegidos fueron el Conquistador y el Pelayo, con gran disgusto de Churruca que había dedicado tres años de su vida a organizar y perfeccionar su buque.
Cosme Damián Churruca
En noviembre de 1803 se le dio el mando del navío Príncipe de Asturias. El gobierno le encargó también que hiciera experiencias de puntería. Como resultado redactó un tratado de puntería para la Armada, que en España y en el extranjero ha servido durante mucho tiempo de guía. Churruca no paró de trabajar de manera brillante para España, pero la mala salud le acompañó toda su vida.
Francia e Inglaterra rompen de nuevo en hostilidades en mayo de 1803 y, un año después, Bonaparte es nombrado emperador de los franceses y concibe el ambicioso plan de la invasión de Inglaterra. Incita a Carlos IV a declarar la guerra a Gran Bretaña (12 de diciembre de 1804) porque los ingleses seguían con su política de apresar las fragatas españolas que volvían de América cargadas de oro. Por entonces, Churruca, solicitó el mando del San Juan Nepomuceno. Se le concedió el mando el 1 de febrero de 1805, con la facultad de arreglarlo y disponer de artillase a su entera satisfacción sin sujeción a reglamentos. Este navío en manos de Churruca pasará a la historia militar marítima.
Navío San Juan Nepomuceno
Durante su estancia en El Ferrol, a los 43 años, contrajo matrimonio con María de los Dolores Ruiz de Apodaca, hija de don Vicente, brigadier que fue de la Armada y sobrina carnal del capitán general conde de Venadito.
Se hicieron a la mar con rumbo a la Martinica (una isla del Caribe en manos inglesas), donde se apoderaron del fuerte y del peñón del Diamante, y apresaron a un convoy británico de quince velas. En esos momentos fue informado Villeneuve de la presencia de Nelson en las Antillas. Villeneuve, al saber de su ubicación, dio por hecho que había conseguido su objetivo, que no era otro que el atraer a la otra orilla del Atlántico a fuerzas navales británicas. Villeuve decidió regresar a Cádiz.
Volviendo a la altura del cabo de Finisterre se topó con la escuadra del almirante inglés Calder, con la que se entabló combate, siendo derrotados los españoles por la incompetencia y mal gobierno del comandante en jefe de la escuadra combinada, Villeneuve. Al enterarse Napoleón de lo acaecido en el combate dijo: "Los españoles se han portado como leones, pero de su almirante sólo se le oyeron improperios".
Tras la derrota y estando la flota atracada en La Coruña, Nepoleón dio la orden tajante de ir al puerto francés de Brest. Villeneuve desoyendo la orden del emperador y temiendo una nueva batalla contra la flota inglesa, prefirió dirigirse al sur rumbo a Cádiz en vez de al norte. Villeneuve deseaba recuperar el favor de Napoleón intentando capturar al almirante Nelson frente a la bahía de Cádiz. Tamaña imprudencia le acabaría costando la vida.
La flota se estableció en Cádiz. El día 8 de octubre, durante el consejo que tuvo lugar a bordo del Bucentauro, Churruca mostró su disconformidad con la salida de la escuadra. Pero a Napoleón no le gustaba tener a sus barcos encerrados en Cádiz y no sólo ordenó salir a Villeneuve, sino que ya había enviado al almirante Rosily para relevarle. Villeneuve obligó a toda la flota a salir a combatir contra una armada inglesa mejor preparada, más fogueada y que contaba con marinos más descansados.
Vicealmirante Villeneuve
Así llegamos al infausto 21 de octubre de 1805. Daba comienzo la desastrosa batalla de Trafalgar. Churruca, sabiendo que salvo milagro iban a una derrota casi segura, salió de la bahía de Cádiz al mando del San Juan Nepomuceno (ya equipado con 74 cañones). El día anterior escribió así a su hermano: "Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto". Churruca tenia claro que era vencer o morir en el intento.
Cabe destacar que en la batalla de Trafalgar participó el navío español Santísima Trinidad, el buque mas grande de su época con 140 cañones y apodado El Escorial de los mares.
Cuando Villeneuve observó que los ingleses habían formado dos columnas para cortar la línea de la combinada, ordenó a los bajeles virar por redondo (girar 180 grados) para que su proa quedase mirando hacia el cabo Trafalgar.
Disposición de la batalla
La maniobra provocó que la línea se extendiese aún más, destrozó la formación e impidió que los buques aliados pudiesen luchar mano a mano contra la enorme cantidad de enemigos que les venían de frente. Esto dejó al San Juan Nepomuceno en la última posición del grupo. Desde la toldilla Churruca frustrado gritó:
"El general francés no conoce su obligación y nos compromete... Los enemigos van cortar nuestra línea por el centro y a atacarnos por retaguardia; por consiguiente, va a quedar envuelta y en inacción la mitad de nuestra línea, si el general francés no pone pronto la señal de virar por avante a un tiempo y doblar la retaguardia para coger los enemigos entre dos fuegos, destruyéndolos antes de que lleguen aquellos nueve navíos, que están muy atrasados".
El galo no realizó la maniobra. Los ingleses cortaron en perpendicular la línea combinada. Muchos barcos aliados se enfrentaban solos contra varios buques en inferioridad mientras otros ni siquiera habían entrado aún en batalla. Uno de los navíos que quedaron en esta clara desventaja fue el de Churruca. Antes de comenzar la acción, el comandante mandó formar a las brigadas y les hizo hincar de rodillas. Dirigiéndose al capellán le dijo: “Cumpla usted padre con su ministerio, absuelva a estos valientes, que no saben lo que les espera en la batalla”.
Desarrollo de la batalla
Dos de ellos lo adelantaron mientras los otros tres se quedaron batiendo al navío español a bocajarro: "El combate se fue empeñando con más viveza a proporción que los enemigos se iban acercando, a los que llegaron a situarse a tiro de pistola en esta forma: un navío de tres puentes para nuestra mura de babor, otro de igual clase para la aleta de igual banda y otro sencillo por la de estribor, sin contar otros dos que también nos hicieron fuego, aunque no con tanto empeño".
Así continuaba describiendo la situación el oficial del San Juan, Vicente Burugal:
"A dicha hora estaba ya el navío inglés Dreadnought al costado del San Juan, a medio tiro de pistola por la aleta y popa, habiendo vuelto a agregarse los dos navíos que al principio del combate se habían adelantado. Ni esto bastó: todavía otro navío quiso participar de esta desigual batalla, y el San Juan tuvo la gloria de batirse contra seis navíos á la vez".
Pese al creciente número de bajas que tenía a bordo, respondía vivamente al fuego enemigo con 683 infantes sirviendo las 74 piezas de artillería sin posibilidad de recibir socorro.
Churruca dirigía valiente la defensa desde la toldilla. Lejos de esconderse, y acorde a lo que se esperaba de un oficial con su historial, se mantuvo siempre al lado de sus hombres tratando de evitar que el enemigo se acercara lo suficiente al San Juan, evitando así el abordaje. Así lo recuerda un superviviente: "El valeroso comandante que dirigía una defensa tan heroica, desplegando talento y denuedo a proporción de los riesgos, acudía a todo con una serenidad y firmeza inalterables: hacia él mismo la puntería mandando las maniobras con la vecina de combate. Ni la lluvia de metralla que cubría el navío, ni la imposibilidad del socorro movía su ánimo intrépido, superior a los reveses de la fortuna; y sino podía batir a cada uno de los enemigos por su número, con una sabia economía de sus tiros y una actividad proporcionada, tuvo siempre en respeto fuerzas tan considerablemente superiores, sin que los ingleses pensaran un momento en intentar el abordaje".
Desarrollo de la batalla
Churruca dio muestras de precisión en el tiro, arrojo y eficacia. Pero el milagro no se produjo y una bala de caños le arrancó la pierna derecha por debajo de la rodilla de cuajo. Ni siquiera una herida de tal consideración pudo inmovilizar a Churruca, que se mantuvo en su puesto e, incluso, animó a sus soldados para seguir combatiendo a pesar de la espantosa situación. "Además, se dice que al perder la pierna y no poder mantenerse en pie ordenó que trajeran un cubo con harina (o con arena en otras versiones) y allí metió el muñón para mantener la estabilidad".
Desangrado, Churruca cae el suelo medio muerto frente a sus hombres. Moriría finalmente 2 horas después en la enfermería. Comentó su tripulación que no se quejó en ningún momento y que se mantuvo estoico hasta su final. Antes de caer dio la orden de que nadie se rindiera mientras que en su cuerpo hubiera un leve aliento de vida. De hecho, ordenó clavar la bandera para evitar que a algún desesperado se le ocurriese arriarla, se cayese o fuese arrebatada por los ingleses.
Muerte de Churruca
A las cuatro horas de iniciada la acción, con el San Juan desmantelado y sin gobierno, inutilizados 15 cañones, con varios impactos a flor de agua en el costado de babor y la tercera parte de la dotación fuera de combate, el teniente de navío Joaquín Núñez Falcón, después de consultar con los oficiales, rindió el buque al Dreadnought, con 120 hombres muertos y 175 heridos.
Los ingleses quedaron asombrados de la defensa de este navío y aseguraban que "se había batido de un modo de que no había ejemplo". El oficial que entró en la cámara para hacerse cargo del buque se descubrió y dijo: “Varones tan ilustres como éste no deberían estar expuestos al resultado de un combate, sino que su vida debería guardarse preciosamente para el adelanto y progreso de la Humanidad”.
Durante muchos años conservaron el navío, manteniendo la cámara del comandante cerrada y con una lápida en que se leía el nombre de Churruca en letras de oro, y si algún visitante pretendía entrar, se le advertía que se descubriera para poderlo hacer, como si aún estuviera presente don Cosme Damián Churruca.
Tras su muerte, Su Majestad le ascendió a teniente general, y su esposa gozó de esta viudedad. La Marina española ha conservado este nombre en la lápida puesta en la tercera capilla oeste del Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando (Cádiz), con una leyenda que dice: “A la memoria del brigadier de la Armada D. Cosme Damián de Churruca".
Lápida a la memoria de Cosme Damián de Churruca.
Por decreto de las Cortes Constituyentes de Cádiz del 14 de abril de 1814, se dispuso que hubiese siempre un barco de la Armada que llevase su nombre.
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