"Los rifeños, admirados por el valor del oficial, le dispararon a matar..."
El capitán Arenas asumió el riesgo por salvar a sus compañeros en una batalla que se sabía perdida. No tuvo miedo a la muerte, y esta al final le tomó la delantera. Esta es la historia de otro héroe español olvidado.
Capitán Félix Arenas Gaspar
Nació en Puerto Rico el 13 de diciembre de 1891. Era hijo del Capitán de Artillería del mismo nombre, que se encontraba destinado en aquella isla americana. Pero muy poco después la familia regresó a España, y el joven Félix llegó a Molina de Aragón, de donde era toda su familia, viviendo allí su infancia y primera juventud, cursando los estudios en el Centro que los Padres Escolapios tenían montado en un moderno edificio, con vistas a los Adarves.
Ingresó en la academia de Guadalajara en 1906, saliendo de la misma como teniente de ingenieros en 1911. En 1913 obtuvo el título de piloto de aerostación, siendo destinado a los talleres del material de ingenieros, en Guadalajara. De 1914 a 1917 estuvo como alumno en la Escuela Superior de Guerra, de donde salió en 1917 después de terminar sus estudios, continuando posteriormente las prácticas reglamentarias en el Regimiento de Caballería de guarnición en Valencia. Alcanzó el empleo de Capitán de Ingenieros en 1915.
En 1919, después de efectuar diversos vuelos en avión y aerostato, era destinado a la comandancia de ingenieros de Melilla, al mando de la 2ª compañía de zapadores. En marzo de 1920, con su compañía, se le agregaba a la columna del coronel José Riquelme López-Bago, con la que participó en la ocupación de posiciones y en su posterior fortificación. De acuerdo con su nueva responsabilidad, realizaba numerosas visitas de inspección, en algunos casos bajo fuego enemigo, de las instalaciones a su cargo en las distintas posiciones.
La desafortunada guerra colonial en la que España puso lo mejor de sus hombres, pero sin la fe necesaria para mantener sus posiciones en un continente en el que, ideológicamente, ya nada ni nadie nos pedía continuar. El año 1921 fue el más triste y desafortunado de toda la guerra de Marruecos.
Fachada de la fortificación española Monte Arruit
Cuando se produjo el derrumbe de la Comandancia de Melilla el 23 de julio de 1921 a consecuencia del Desastre de Annual, el capitán Arenas se encontraba en el lugar e inmediatamente marchó con el teniente coronel Ugarte en dirección a Dar Dríus. Al llegar a Batel encontraron un escuadrón del Regimiento de Cazadores Alcántara número 10, que venía en retirada e informaba a todo el que pretendía incorporarse a Dar Dríus que el camino estaba cortado por el enemigo. Arenas y Aguirre dejaron su automóvil incorporado a una columna de camiones llenos de heridos que regresaba a Melilla, y prosiguieron su camino a caballo en dirección a Monte Arruit.
Llegó primero a la estación de Tistutín, que defendió con los pocos hombres que pudo reunir, hasta que terminó la evacuación de la misma. Tomó espontáneamente el mando de la retaguardia de la columna, conteniendo al enemigo hasta la madrugada del día 29. En ese momento, el general Navarro ordenó la retirada de las tropas españolas a Monte Arruit. El capitán Arenas solicitó voluntariamente el mando del núcleo de retaguardia, formado por unos 200 hombres; con él se quedó el capitán de infantería Aguirre.
Llegó primero a la estación de Tistutín, que defendió con los pocos hombres que pudo reunir, hasta que terminó la evacuación de la misma. Tomó espontáneamente el mando de la retaguardia de la columna, conteniendo al enemigo hasta la madrugada del día 29. En ese momento, el general Navarro ordenó la retirada de las tropas españolas a Monte Arruit. El capitán Arenas solicitó voluntariamente el mando del núcleo de retaguardia, formado por unos 200 hombres; con él se quedó el capitán de infantería Aguirre.
El capitán Félix Arenas Gaspar defendiendo la retaguardia
Finalizada la evacuación del grueso de la columna, los capitanes Arenas y Aguirre iniciaban la contención del enemigo. Arenas dirigió con serenidad las operaciones de retirada hacia el valle, siempre en el puesto de mayor peligro, y logró que el total de la columna entrara en la posición de Monte Arruit, sosteniendo una dura lucha contra un enemigo muy numeroso.
Muy cerca de esta posición, y prácticamente encima del grueso, los miembros de la retaguardia quedaron rodeados por el enemigo. El capitán Arenas se tiene que defender con su propio fusil. La lucha se generaliza, pues se combatía por cuatro frentes a la vez. El alférez Maroto cayó herido, el capitán Aguirre se lo cargó al hombro y logró entrar en Monte Arruit con el resto de su tropa.
Detrás quedó el capitán Arenas. La batería del capitán Blanco estaba a punto de ser tomada por el enemigo. Blanco pretende defender los cañones, pero sus soldados le arrollan en la huida. De pronto surgió el capitán Arenas, dispuesto a defender los cañones a toda costa. El capitán los defiende desesperadamente disparando como puede a todos los objetivos que se le venían encima. Los rifeños, admirados por el valor del oficial, le dispararon a matar y un disparo de fusil lo acertó en la cabeza. El valiente capitán Arenas, cayó muerto al suelo. Cuando lograron entrar en Monte Arruit, varios oficiales (tenientes Calderón y Sánchez) que fueron testigos de estos hechos, pidieron a gritos la Laureada para Arenas ante el general Navarro.
En 1924, el capitán Félix Arenas Gaspar fue galardonado con la Cruz Laureada de San Fernando (Nobel Cruz de San Fernando), la más alta condecoración militar otorgada por el gobierno español. En 1928 se inauguró en Molina de Aragón, en un solemne acto al que acudió el Rey Alfonso XIII y parte de su Gobierno, un monumento, obra del escultor Coullaut Valera, a este héroe hijo del Señorío, que aún hoy puede admirarse en dicho pueblo guadalajareño. En ese momento, la ciudad de Molina le dedicó una calle, y en 1956, lo hizo también la ciudad de Guadalajara. Más tarde ciudades como Barcelona o Melilla también le dedicaron una calle.
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