"No era hombre de gran cuerpo, que con gran contento le seguían los soldados a qualquier hecho que emprendiesse"
Apodado como "el rayo de la guerra", Sancho Dávila fue uno de los capitanes más importantes de su época y el terror del enemigo en las guerra de Flandes bajo las órdenes del Duque de Alba.
Sancho Dávila y Daza
Nació en una familia hidalga. Fue hijo de Antón Blázquez Dávila y de Ana Daza, Sancho nació en Ávila el 21 de septiembre de 1523.
Sancho inició su carrera militar muy joven y formó parte del Ejército que el emperador Carlos V envió contra los protestantes alemanes en la Segunda Guerra de la Liga de Smalkalda. Sancho Dávila se distinguió en la campaña de Mühlberg (1547). En esta batalla, el ejército imperial carecía de barcas suficientes para hacer un puente flotante sobre el río Albis por donde pudieran cruzar las tropas, pero ese puente pudo hacerse gracias al golpe de mano de un reducido grupo de infantes, entre ellos Dávila, que cruzaron el río a nado y arrebataron a los protestantes las barcas que necesitaban para concluir la pasarela, por la que cruzó el ejército que consiguió derrotar a los enemigos protestantes.
Batalla de Mühlberg en 1547
Tras esta campaña, volvió a aparecer en acción en 1550, con motivo de la expedición contra Mahdia, una plaza del norte de África. El asedio discurrió entre los días 28 de junio y 10 de septiembre de ese año. Se organizó una maniobra que consistió en atacar desde el mar, para lo que unos barcos se aproximaran a las murallas, las escalaran y penetraron en el interior (uno de ellos era Sancho Dávila). La resistencia empezó a debilitarse, incapaz de resistir esta acometida y otra simultánea desde tierra. La plaza fue tomada por el ejercito imperial.
Cuatro años después en 1554, formó parte del séquito de unos 3000 hombres que acompañó al príncipe Felipe II a Inglaterra con ocasión de su matrimonio con María Tudor. Sin embargo, una vez llegados a Inglaterra y para no crear tensiones, el príncipe Felipe no quiso que el aparato militar de su acompañamiento desembarcara y el tercio regresó a Italia.
Sancho Dávila se integró entonces en la guarnición de Nápoles y allí fue movilizado nuevamente, con motivo de la guerra (1556-1557) del monarca español contra Enrique II de Francia y su aliado el papa Paulo IV. Dávila volvió a servir entonces a las órdenes del duque de Alba, con el que entró triunfalmente en Roma el 19 de septiembre de 1557.
Terminada la guerra se enroló en la expedición preparada por el duque de Medinaceli contra la plaza de Djerba en el norte de África. La operación no salió como se esperaba y la flota turca causó muchas bajas y prisioneros cristianos. Uno de ellos fue el propio Sancho pero un rescate le permitió regresar pronto a la Península.
Medallón de Sancho Dávila en el Pabellón de San Martín en la Plaza Mayor de Salamanca
El 15 de julio de 1561 el rey le otorgó el rango de capitán. Sólo un año después, el 24 de diciembre de 1562 recibió el nombramiento de castellano de Pavía, en el ducado de Milán. El duque de Alba lo incorporó al ejército que llevó a Flandes para reprimir la revuelta, pues los desórdenes estaban desbordando a la gobernadora Margarita de Parma.
En esas tropas, Sancho Dávila ocupó un puesto de gran responsabilidad, el de capitán de las guardas del duque, formadas por cien hombres a caballo y cincuenta arcabuceros. Inaugurando lo que ha sido llamado el “camino español”, que conduce desde Milán hasta Bruselas, Alba salió el 2 de junio de 1567 desde San Ambrosio con mil doscientos hombres de caballería y ocho mil ochocientos de infantería y llegó a la capital flamenca el 22 de agosto de 1567 aplastando rápidamente la revuelta. A Sancho Dávila se le encargó la detención del conde de Egmont, que con el de Horn fueron ajusticiados en junio de 1568, lo que los convirtió en mártires e incrementó el descontento de la población local. Poco después empezó la guerra.
Un ejército al mando de Juan de Montigny, señor de Villiers, penetró en Flandes por Juliers y fue derrotado por Sancho Dávila en la batalla de Dalen.
La Batalla de Dalen
En 1570, el duque de Alba le nombró castellano de Amberes, ciudad donde se construía la ciudadela más importante del dispositivo defensivo que el duque de Alba levantaba en aquellos territorios.
Poco después, Luis de Nassau, hermano de Orange, penetró con un ejército y Alba decidió salirle al paso llevando consigo a Dávila. La batalla se dio cerca de Groninga, donde fueron derrotados y rechazados los invasores. Después lucharon en el Brabante para frenar la invasión de Guillermo de Orange, lo que consiguieron.
Sancho Dávila combatió en varios frentes tanto por tierra como por mar, ya que en Amberes levantó una flota con la que desplazarse por los ríos y canales y ayudar a las plazas cercadas (1572). Entre las acciones de esta naturaleza, las de Middelburgo y Ramua resultaron especialmente destacadas, y en esta última fue donde empezó a llamársele el Rayo de la Guerra.
Felipe II envió nuevas instrucciones a Luis de Requesens, que llegó a Flandes el 17 de noviembre de 1573 a tomar el mando de las operaciones bélicas. Fue un período en que el protagonismo de Sancho Dávila creció significativamente, pues consiguió una victoria completa en la batalla de Mook (14 de abril de 1574), donde murió el jefe rebelde Luis de Nassau. Sin embargo, nada más terminar la batalla afloró el malestar de las tropas españolas que llevaban en algunos casos más de dos años sin cobrar paga alguna, lo que desembocó en un motín que se prolongó hasta el 24 de mayo.
Batalla de Mook en 1574
Resuelto el amotinamiento de los hombres, la guerra prosiguió. Dávila combatió en la costa de Philipsland y Duiveland y conquistó el 30 de octubre la plaza de Bommenee.
El 6 de marzo de 1576 murió Luis de Requesens de unas fiebres sin que el Rey hubiera nombrado sucesor, de manera que mientras llegaba el nuevo gobernador, se produjo una especie de vacío de poder que hubo de llenar Sancho Dávila, enfrentándose al Consejo de Estado que reclamaba el poder y actuando al margen del mismo en función de la situación militar.
Hubo otro motín de las tropas españolas, que se apoderaron de la sólida plaza fuerte de Alost para resistir hasta que se les abonaran las pagas debidas. Los amotinados decidieron concentrarse en Amberes, a fin de tener mejores opciones de defensa y a la espera de lo que Felipe II dictaminara. La reunión de las fuerzas españolas en Amberes al amparo de su ciudadela, concentró allí la hostilidad contra ellas y la situación desembocó en el saqueo de la ciudad por los españoles, como castigo por la ayuda prestada a sus enemigos y como forma de resarcirse de su falta de pagas (noviembre de 1576).
Saqueo de Amberes en 1576
Para entonces ya había sucesor de Luis de Requesens: era el hermanastro de Felipe II, Juan de Austria, que intentó un acuerdo pacífico con los rebeldes, el cual se firmó el 12 de febrero de 1577. En él se establecía que las tropas españolas evacuarían aquellos territorios en un plazo de veinte días, además de otras estipulaciones. En abril empezó la evacuación camino de Italia. La guerra rebrotó luego en Flandes, pero Sancho Dávila ya no volvió a aquel escenario.
Cuando los tercios españoles salieron de los Países Bajos, Felipe II se planteó qué destino dar a la “trinidad flamenca”, como se denominaba al trío formado por Julián Romero, Cristóbal de Mondragón y el propio Sancho Dávila, que se distinguieron por su categoría como mandos, su acierto en las operaciones en que intervenían y el ascendiente y prestigio que tenían entre sus hombres. El Rey había previsto que Sancho Dávila fuese a Alejandría (plaza fuerte del Milanesado) de la que sería su castellano, pero el interesado insistió en que antes de tomar posesión del nuevo cargo, quería volver a España a besar las manos del Rey y exponerle en un memorial cuáles eran sus méritos.
Ya en Madrid, el 29 de octubre de 1578, recibió su nombramiento como capitán general de la Costa del reino de Granada. Al año siguiente en 1579, se planteó el pleito sucesorio portugués, como consecuencia de la muerte del rey Enrique el 31 de enero de 1580, que dejaba a Felipe II como el aspirante a la Corona portuguesa con mejores derechos, aunque el bastardo real Don Antonio, prior de Crato, era el preferido por las clases populares. Felipe II no dudó en ocupar militarmente Portugal y preparó un ejército en Extremadura, en las proximidades de la frontera, cuyo mando entregó el duque de Alba y su segundo fue Sancho Dávila, nombrado maestre de campo general.
Don Antonio, que se proclamó rey en Santarem, entró en Lisboa con un ejército el 24 de junio y se dispuso a defenderse esperando un ataque frontal, pero el ataque llegó desde las playas de Cascaes, donde habían sido desembarcados Sancho Dávila y Fernando Álvarez de Toledo, hijo de Alba, quienes se aproximaron a la capital el 6 de agosto y empezaron una serie de escaramuzas. El 25 de ese mes tuvo lugar la batalla de Alcántara, el golpe definitivo que entregó Portugal a Felipe II. Sancho Dávila se distinguió en la acción y fue recomendado nuevamente por Alba al Rey.
Batalla de Alcántara de 1580
El prior de Crato logró huir de Lisboa hacia el norte de Portugal e intentó provocar una sublevación en la zona de Oporto y Aveiro. Dávila fue enviado contra él y la campaña consistió en una retirada de don Antonio hasta llegar a Oporto, que también fue conquistada por los españoles sin poder capturar al prior de Crato, quien huyó de Portugal. Dávila regresó a Lisboa y se incorporó a la guarnición.
La muerte le alcanzó de forma absurda cuando, viendo herrar un potro, recibió una patada del animal en el muslo. El golpe no parecía grave y la herida se cerró limpia, sin embargo nueve días después la zona se infectó con un desenlace fatal un 8 de junio de 1583. Sus restos, originalmente dispuestos en el convento de San Francisco de Lisboa, fueron posteriormente trasladados a la capilla mayor de la iglesia de San Juan Bautista de la ciudad de Ávila.
Iglesia de San Juan junto a la Plaza del Mercado Chico, Ávila.
Uno de sus descendientes, Gerónimo Manuel Dávila, publicó en Valladolid en 1713:
"No era hombre de gran cuerpo, antes de pequeño, algo repleto, y algo moreno, y de pelo negro, de condición blanda y apazible; tan bien quisto y amado de todos, que con gran contento le seguían los soldados a qualquier hecho que emprendiesse."
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