LOS CRISTOS DEL MAR

Con rostros sangrantes imponentes, son decenas las tallas de Cristos encontradas por los marineros en alta mar. Algunas son gigantescas, otras fueron halladas dentro de urnas flotando a la deriva o incluso sangrando por las llagas de la piel... Estos son los conocidos como Cristos del mar.


A lo largo de los siglos en España ha existido un fenómeno real que ha influenciado al que quizás es el oficio más peligroso conocido, el de pescador y marinero. Con la vida siempre en juego y forzados para evitar una existencia de hambre y penurias, muchos hombres se han lanzado a la mar encomendándose al altísimo. 

Hay que destacar que en este oficio milenario la religiosidad y superstición, quizás sobrealimentadas por el peligro y respeto a las aguas, son un componente muy potente de estas historias. Una serie de relatos y leyendas que nos cuentan como a lo largo y ancho del territorio peninsular hay repartidos una serie de Cristos que son muy venerados en sus pueblos con una increíble relación en común, todos fueron encontrados varados en alta mar de manera fortuita, algunos tras tremendas tormentas o en situaciones extremas de los marineros cuando daban su vida por perdida.

Son decenas las tallas de Cristos encontradas por los marineros en alta mar. Con rostros sangrantes imponentes, algunas son gigantescas, otras fueron halladas dentro de urnas flotando en el mar o incluso sangrando por las llagas de la piel... 

Estos son los más célebres:

  • Cristo de las Claras de Palencia

En el convento de Santa Clara se puede ver uno de los cristos yacentes más angustioso de toda la imaginería cristiana. Es el llamado «Cristo de Palencia», hallado en aguas del Atlántico en el siglo XIV.

Cuenta la leyenda que, en el año 1377, Diego Alonso Enrique, a la sazón Almirante de Castilla y Capitán General de la Armada, se encuentra en el océano Atlántico una especie de fuego fatuo o fuego de San Telmo a ras de las aguas, más bien flotando sobre el mar, que no se apagaba ni con el viento ni el oleaje.  Al acercarse, ven una urna de cristal iluminada por una luz interior y dentro un cristo que su mera contemplación asusta a los marineros. Con un rostro agónico y con una textura de piel que no parece madera sino pergamino. El Almirante, palentino por más señas, decide llevar este cristo al convento de las Claras y allí queda desde esa época.

Monasterio de las Claras de Palencia

En el siglo XVII ocurre un hecho insólito. La posición que vemos actualmente del Cristo no es la que tenía en el momento de su hallazgo. Al parecer era un cristo yacente con el rostro mirando hacia el cielo y las manos entrelazadas sobre el pecho. Pues bien, en el año 1666 se oyó en el convento un ruido estrepitoso que salía de la habitación donde estaba expuesto el Cristo y cuando las monjitas clarisas se acercaron a ver lo que pasaba se encontraron que la imagen habría sufrido dos modificaciones sustanciales: su rostro estaba ladeado y sus brazos se habían desunido por las manos estando ahora apoyados en los costados. ¡Milagro!, pensaron las monjas porque nadie había tocado la talla y, aunque así hubiera sido, se habría roto. Todo esto indicaba la flexibilidad de la imagen y pronto se divulgó el prodigio. Algunos aseguraron que tal vez era un cuerpo humano momificado, tratado de una manera muy especial, hasta el punto que el pelo y las uñas serían naturales, tan naturales que cada año había que cortárselas…
  • Santo Cristo de Burgos

Uno de los iconos más vinculados a la Cabeza de Castilla es el Cristo de Burgos, talla de enorme carga simbólica que se venera en la capilla del mismo nombre de la Catedral. Es una escultura del siglo XIV y de autor anónimo, concretamente un crucifijo articulado que permite mover los brazos y piernas (en relación con las ceremonias que en la Edad Media se celebraban el Viernes Santo). Tallada en madera, tiene el pelo y las uñas naturales; las articulaciones y la herida del costado están recubiertas con piel curtida de animal. Bajo los pies tiene cinco huevos de avestruz traídos a Burgos desde África por un comerciante local.

La leyenda más antigua dice que el autor de la doliente figura fue el mismísimo Nicodemo, el rico fariseo, maestro en Israel y miembro del Sanedrín que tuvo un profundo diálogo con Jesucristo según el nuevo testamento. 

Otra leyenda, escrita por León de Rosmithal de Blatna entre los años 1465 y 1467, relata que la figura fue encontrada hace 500 años en alta mar a bordo de un galeón. El hallazgo fue cosa de unos marineros españoles. Al ver el barco, temieron que fuese tripulado por enemigos, pero al acercarse no vieron alma alguna en cubierta. Desde la nave de estos marineros enviaron una barca ligera para que explorasen, y si había peligro se volviesen con presteza. Acercándose estos poco a poco, y no sintiendo ningún rumor, se atrevieron algunos de ellos, no sin gran temor, a subir al galeón. Lo único que encontraron fue una caja embreada en cuyo interior se hallaba esta figura de Cristo y determinaron volver con él y con la nave hacia Burgos, que era su patria.

Venerado en España y fuera de ella, era una visita de obligado cumplimiento para los peregrinos y visitantes que recalaban en tierras burgalesas. A lo largo de los siglos son varios los personajes que cayeron rendidos ante la magnificencia de esta talla, sin embargo, ninguno lo hizo de una forma tan literal como la reina Isabel la Católica. Durante una visita al Santo Crucifijo, la monarca mandó quitar y conservar como reliquia un clavo de uno de los brazos del Cristo, y al quitarlo el brazo cayó, lo que impactó tanto a la Católica que se desvaneció y estuvo varias horas desmayada.

Otra figura de renombre, Gonzalo Fernández de Córdoba 'Gran Capitán' era quizás el soldado más aguerridos que teníamos. Se cuenta que se subió a una escalera para verlo más de cerca y lo vio tan natural que bajó diciendo: "No queremos tentar a Dios".

  • Santo Cristo de Orense

El Santo Cristo de Orense es una talla que fue trasladada a Orense por Don Vasco Pérez Mariño, obispo de la ciudad, desde su Finisterre natal en el siglo XIV. Está ubicada en la capilla homónima de la Catedral de Orense, en Galicia (España).

Sujeto de diversas leyendas, la talla se caracteriza por ser la escultura más famosa de la catedral, siendo la más visitada y venerada. Antiguamente, era costumbre colocar jaulas de pájaros en su capilla durante la novena al Santo Cristo.

Se afirma que la imagen del Santo Cristo fue esculpida también por Nicodemo, quien supuestamente elaboró también las tallas ubicadas en Finisterre y Burgos, ambas de similares características. Según la tradición, un barco holandés o inglés se vio rodeado por una tempestad al pasar por las costas de Finisterre la cual estuvo a punto de hundir la nave. Con el fin de liberar peso, los tripulantes arrojaron por la borda varios objetos, entre ellos una caja que albergaba la talla del Santo Cristo. Cuando la imagen alcanzó el agua, la tormenta cesó al instante, siendo esto interpretado como un presagio de que el santo deseaba pasar el resto de su existencia en ese lugar. Se afirma que arribó a la playa de Cabanas, a los pies del Cabo de Finisterre, justo sobre la losa que antaño había sido el Ara Solis y que Santiago Apóstol había destruido y arrojado monte abajo.

La talla, de dos metros de altura y estilo gótico, posee un gran realismo. La talla, con una boca profundamente abierta, luce dientes, uñas, barba, bigote y cabello natural, circulando por la ciudad la famosa leyenda de que le crece el pelo, lo que a su vez le ha otorgado en gran parte la fama de la que goza en la actualidad, existiendo una leyenda menos conocida la cual sostenía que la talla era un cadáver momificado.

  • Santo Cristo de Finisterre

El Santo Cristo de Finisterre es una talla medieval, de estilo gótico.  La escultura tiene un gran realismo. La imagen mide más de dos metros de altura y está enclavada en un madero con gajos pintado de verde. Su estructura interna es de madera, conformando una estructura ósea recubierta por lino y otros tejidos cubiertos a su vez de piel de camello. Esto le confiere un gran realismo. El pelo, las uñas y las pestañas son de persona. El escultor, absolutamente desconocido, muestra un gran conocimiento sobre el comportamiento de la sangre sobre el cuerpo humano. Representa a la perfección cómo escurre por la piel.

A partir del siglo XIV, cuenta la leyenda como los pescadores de la zona vieron a un barco en dificultades en medio de una tempestad sin poder avanzar, como si estuviese anclado. Observaron como desde la embarcación se arrojaba una caja al mar y que tras verse librado de la carga el barco pudo seguir viaje.

Una vez que la caja llego a tierra, los marineros la abrieron y descubrieron la imagen del Santo Cristo, imagen atribuida a Nicodemus, considerando que su voluntad era quedarse en estas tierras. Desde ese momento, despertó gran devoción y adquirió fama en toda la región por fieles que visitan al Santo Cristo, mayormente en la Semana Santa.

La controversia viene de las versiones populares que consideran que el Cristo original fue enviado a Orense junto a un finisterrano llamado Vasco Pérez Mariño que fue obispo de aquella diócesis. Así, el Cristo que se custodia en Finisterre sería una copia. Otras versiones populares afirman que fue al revés: que el obispo hizo en Orense una copia de su amado Cristo de Finisterre, pues quería dotar a la ciudad de su diócesis de una imagen de igual belleza. Los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre qué versión es la auténtica, pero a pesar de todo, la fama del Santo Cristo no deja de aumentar.

  • Santo Cristo de Balaguer

Se dice que esta imagen es la primera que se hizo en el mundo, siendo el autor nuevamente Nicodemo, que decido esculpir  la imagen de Cristo en la cruz. Cuando tenía hecho el cuerpo, no encontraba la manera de esculpir el rostro y se durmió. Mientras que él dormía, unos ángeles terminaron la obra. Finalizada la obra, permaneció muchos años en Jerusalén y cuando la ciudad cayo fue llevada a Beirut, donde la encontraron los musulmanes que la arrojaron al río Adonis. El crucifijo bajó hasta el Mediterráneo y, surcando mares y subiendo ríos, llegó a Balaguer, donde se detuvo a la vista del convento de las Hermanas Clarisas. Cuando los balaguerins quisieron sacar la imagen del río  no podían conseguirlo. Avisadas las monjas clarisas, bajaron todas en procesión. La madre abadesa se arrodilló junto al río y una ola de agua acercó la imagen a sus brazos. Con mucha devoción y seguida de todas las monjas clarisas y de todo el pueblo de Balaguer la madre abadesa subió la imagen al santuario donde todavía hoy es venerada.

La devoción a esta imagen aumento vertiginosamente. Se decía que curaba enfermedades y hacía otras maravillas. Al Santo Cristo se iba, y se va, para buscar la paz espiritual, la salud corporal y en momentos de calamidades y desgracias. El Santo Cristo de Balaguer ha recibido la visita de muchas personalidades, entre las cuales podemos destacar los reyes de España, Felipe IV (22 de marzo de 1626) y Alfonso XIII (5 de julio de 1924).

Santuario Santo Cristo de Balaguer, Lleida

  • Santo Cristo de Sádaba

La iglesia de Santa María de Sádaba en Zaragoza, conserva en su interior una verdadera joya iconográfica: el Cristo Marinero, una imagen emblemática para los vecinos del municipio, no solo por su belleza artística, sino también por la peculiaridad de su hallazgo en las aguas del océano Atlántico por un sababense, Tiburcio Xinto. Un descubrimiento calificado por los oriundos "de milagroso", pero que aparece fielmente documentado en los archivos parroquiales.

Así, el descubrimiento se sitúa el día 3 de mayo del 1503, el marino capitán de navío al servicio de Carlos V, estando atracado en algún puerto de las Canarias, observó la llegada hasta su embarcación de una enorme arca, movida al compás de las olas. Al abrirla, y ante el asombro de la tripulación, encontró dentro la imagen del crucificado. Una vez en tierra, Tiburcio Xinto pidió al rey que dejara llevar la talla a su localidad natal, pero el monarca se negó, puesto que quedó impresionado por la belleza de la pieza, que colocó, según se refleja en otro documento, "en su capilla personal". Pero, cuando el marino terminó su servicio militar, en 1527, Carlos V, "en recompensa por los buenos servicios prestados", le entregó el crucificado. Un año más tarde, en 1528, la talla llegaba al municipio, colocándose debajo del coro.

Estos son solo algunos casos de los Cristos marineros que tenemos repartidos por toda nuestra geografía. Candás (Asturias), Conil (Cádiz), Herencia (Ciudad Real) o Valencia veneran esculturas de estas características dotadas además de grandes leyendas. Estas leyendas de Cristos llegados desde el mar, con la expansión del imperio cruzaron el atlántico. Así, en Hispanoamérica existen cristo muy venerados encontrados en situaciones similares como el Cristo Negro de Portobelo en Panamá, el argentino Cristo de Salta o  el Cristo de Esquipulas en Guatemala.






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