"Si esta acción de rescate la hubiera protagonizado el ejército norteamericano, seguro que ya hubiéramos visto una buena película de Hollywood"
Soldados españoles salvaron la vida a 102 salvadoreños, hondureños e iraquíes en una misión suicida combatiendo durante casi doce horas en la ciudad santa del chiísmo.
Tiradores selectos del Ejército español, del Ejército salvadoreño y de los Marines de Estados Unidos en la azotea de la Base "Al Ándalus", tras la Batalla de Nayaf
La guerra de Irak es un punto negro en la política española y en la escena internacional que la historia se encargará de juzgar. Más allá de la polémica por la participación de las tropas españolas tras la foto de las Azores y la pretensión de José María Aznar de cambiar el eje de influencia de los intereses españoles de Europa a Estados Unidos, nos encontramos con el esfuerzo y el trabajo bien hecho de los soldados españoles en Irak.
El 21 de febrero de 2004 se intentó llevar a cabo en Nayaf una operación conjunta para cerrar definitivamente las llamadas cortes Sharia. En un principio se había planeado que el peso principal de la operación, que involucraba a fuerzas españolas, estadounidenses y la policía iraquí, lo llevase la misma policía. Pero tras una breve reunión de los jefes de los tres contingentes, la policía iraquí se desmarca de la acción alegando que ésta se podría ver comprometida ya que más del 40 % de los policías son simpatizantes del clérigo chií. El general norteamericano Ricardo Sánchez propuso a los españoles que realicen ellos la operación, sin embargo tras consultarlo con Madrid, el ministerio de defensa les prohíbe llevar a cabo la acción ante la posibilidad de que las fuerzas españolas sufran bajas.
A la larga esta decisión afectó gravemente al delicado equilibrio de la región. Supuestamente, la negativa española a actuar provocó un profundo enfado en los mandos estadounidenses que llevaron a cabo una serie de acciones que rompieron definitivamente la relativa paz de la zona.
Soldado española destinada en Irak
El 31 de octubre, cuatro contratistas estadounidenses de Blackwater son asesinados por insurgentes iraquíes en una emboscada en Faluya. Sus cadáveres son quemados, mutilados y ultrajados. Las imágenes dan la vuelta al mundo.
La madrugada del sábado 2 de abril , operadores de los Navy SEALs detienen en Nayak a Mustafa Yaffa Al Yacubi, lugarteniente de Muqtada Al Sadr, un poderoso clérigo islámico chiíta. Aunque la operación se lleva a cabo en una zona bajo control español, las fuerzas de EEUU no informan con antelación al mando español y, además, medios estadounidenses señalan al contingente español como responsable de la detención. Es una colosal zancadilla de nuestros aliados a las tropas españolas cuando ya se sabe que el nuevo gobierno socialista de Rodríguez Zapatero tiene previsto retirarlas.
El domingo 3 continuaron las protestas frente a la base. El día siguiente, el 4 de abril, la situación dio un giro importante. Sobre las 11.30 hora local, centenares de seguidores de Al Sadr se arremolinaron en la puerta principal de la base Al Andalus para volver a exigir la excarcelación. Aparecieron entonces decenas y decenas de hombres vestidos de negro que empezaron a disparar contra la base. La policía iraquí que fue enviada para controlar la creciente manifestación en la ciudad es recibida a tiros y se ve obligada a refugiarse en la base española Al Andalus.
El tirador selecto del VEC del Alférez Guisado apuntando su fusil de precisión Accuracy International AW308 en la azotea desde la que combatió en la Batalla de Nayaz.
Pronto la situación se escapa de control y la base comienza a ser atacada con fuego de fusilería y RPG. Tiradores de la milicia comienzan a disparar desde el cercano hospital de la ciudad. Un francotirador iraquí alcanza mortalmente al capitán estadounidense Matthew Eddy, que se encontraba en la azotea de la base. Desde ese momento las milicias iraquíes tratan abiertamente de tomar la base Al Andalus.
Vehículo de Exploración de Caballería VEC del ejército español
Los francotiradores del M.O.E. español tomaron posiciones y comienzan a seleccionar blancos. Estos últimos observaron a través de sus miras cómo los insurgentes utilizaban niños para acarrear munición para los asaltantes, teniéndolos en varias ocasiones en punto de mira, pero deciden no abrir fuego contra ellos. Los blindados españoles BMR que defendieron el perímetro de la base se vieron obligados a emplearse a fondo para evitar que el enemigo entrara en la base. Sin embargo los constantes problemas de estos vehículos con sus ametralladoras, obligaron a su tripulación a enfrentarse al enemigo desde las escotillas de los mismos.
Tropas salvadoreñas, que regresaban de realizar ejercicios de instrucción al ejército iraquí, se ven obligadas a refugiarse en la comisaría local y la cárcel, a la espera de rescate. Logran avisar por radio al mando de la base de que se encuentran atrapados. Desde donde tuvieron que combatir a los militantes y rescatar a miembros importantes de Estados Unidos destacados en la ciudad. El coronel español Alberto Asarta ordena a la Sección del alférez Guisado que vaya a ayudar a los salvadoreños y rescate a varios heridos graves y un fallecido.
En la base Al Andalus, la Sección del alférez Guisado se prepara para afrontar una misión muy arriesgada. Al no funcionar las ametralladoras 12.70 mm de los BMR, el sargento Jaime González Pinto consigue ametralladoras ligeras MG-42 de 7,62 mm con la ayuda del cabo Francisco Rodríguez Acevedo, del soldado Ulises Nápoles Fernández. El conductor del blindado, el soldado José Manuel Martín y el operador de radio, el soldado Francisco Blas, ceden sus cargadores con munición a sus compañeros que serán los encargados de utilizar sus armas.
Plano de la batalla
Los cuatro blindados salen de la base a toda velocidad camino de la cárcel tomando primero la ruta Azor y posteriormente la ruta Lulú hacia el este. Son acribillados por disparos de fusilería desde los edificios más cercanos y en los primeros cruces de calles, desde azoteas y ventanas. Desde las escotillas, se respondía al fuego contra todo agresor localizado, incluidos algunos insurgentes a pie que disparan sus fusiles kalashnikov contra los vehículos españoles que responden a la agresión abatiendo a varios atacantes. El sargento Miguel Galán Rancel ordena a su tirador de MG-42, el soldado Miguel Monge Benítez, que dosifique la munición y dispare sólo sobre blancos fijos. La progresión es lenta por encontrar elementos armados con RPG en los tejados, a los que hay obligar a esconderse con ráfagas de las ametralladoras ligeras.
Finalmente el convoy español rompió el cerco de los insurgentes y entró en el complejo que conformaban la comisaría y la cárcel. Fueron puestos en situación por el capitán salvadoreño y Guisado decidió que la medida a tomar era evacuar a los heridos en los BMR para que no perdiesen la vida y volver a buscar a los que allí quedaban en un segundo viaje.
Insurgente iraquí con RPG
Emprendieron el camino de vuelta a la base y al poco se encontraron con el pelotón de salvadoreños que habían dejado protegidos en una zona de chatarra. Los insurgentes había vuelto a atacarles y habían perdido algo la posición, así que Guisado mandó a sus hombres abrir fuego con intensidad contra los edificios desde los que se atacaba a los salvadoreños y permitirles así retomar el aliento hasta que volviesen a por ellos en el segundo viaje.
Continuaron el camino hasta la base de Camp Baker, donde dejaron a los salvadoreños heridos y siguieron hasta Al Andalus para volver a recoger más munición y dar novedades a Asarta. En la puerta de la base los VEC de González Vergara seguían abriendo fuego con intensidad contra los apostaderos insurgentes y la humareda que provocaban algunos vehículos en llamas no impedían sus acertados barridos con los cañones de 25mm de las azoteas desde las que recibían fuego.
Soldados españoles en Irak
El alférez informa por radio al mando de la situación en el exterior: en la cárcel hay 30 soldados salvadoreños con 38 iraquíes asediados (ICDC) y en los alrededores de la ruta Anie se encuentran los 20 salvadoreños que salieron a pie a rescatar a sus compañeros y que siguen emboscados manteniendo sus posiciones con muchos problemas. La orden del coronel Asarta es clara para la Sección: “volver a la cárcel, urgente, y traer a todos de vuelta”. En esos momentos, la batalla de Najaf es el punto álgido de la guerra en Irak. Aviones F-16 americanos solicitan permiso para batir esos focos de francotiradores pero el mando español no lo considera necesario y se ciñe a las restrictivas reglas de enfrentamiento que imponen no disparar a lugares donde haya civiles.
El alférez Guisado y su convoy salieron de nuevo de la base rumbo a la comisaría utilizando el mismo camino que la primera vez. De nuevo, en cuanto entran de lleno en la ciudad, reciben fuego insurgente, aunque consiguen llegar con relativa rapidez a la zona donde se encontraba atrincherado el pelotón salvadoreño, que estaba volviendo a pasar por momentos difíciles. Los españoles barrieron las azoteas desde las que atacan a sus compañeros y continuaron hacia la comisaría.
Consiguieron llegar al complejo de la comisaría entre algo de fuego de fusilería y tras neutralizar dos vehículos insurgentes. Una vez dentro, empezó el rescate de los salvadoreños e iraquíes allí acantonados. Se organizó un convoy con los vehículos que había en la prisión.
El convoy inició su camino al tiempo que llegaron refuerzos a la zona. Dos helicópteros de ataque Apache estadounidenses empezaron a batir las azoteas del recorrido que debía seguir el convoy. El fuego fue intenso y las bainas ardiendo de los proyectiles cayeron sobre las cabezas de los españoles, salvadoreños e iraquíes. Llegaron así con facilidad hasta la zona donde se estaban los salvadoreños emboscados, que tenían un herido por granada de mano.
Para sorpresa de los militares españoles, el salvadoreño al mando de ese pelotón se negó a montar de inmediato en los BMR, pues el herido por granada de mano había perdido su radio y no querían dejarla abandonada. Esto provocó que los españoles y los helicópteros se tuviesen que quedar en la zona parados abatiendo insurgentes mientras un pequeño equipo de salvadoreños recuperaba la radio aprovechando la superioridad armamentística del momento.
Helicóptero apache estadounidense
Puestos de nuevo en marcha el convoy llegó a la base sobre las 18.30 horas por su ruta entre el habitual fuego de fusilería y de lanzagranadas RPG, con los helicópteros estadounidense desviados ya a limpiar otras zonas de Najaf. En la base los combates habían cesado poco minutos antes, tras casi doce horas de combate.
Los miembros de la Sección que participaron en la misión de rescate no fueron recompensados con la condecoración correspondiente, sólo su jefe. Decisiones incomprensibles. El propio Jacinto Guisado,
ahora capitán, comentó públicamente que cambiaría su Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo por condecoraciones individuales para todos los miembros de su Sección que mostraron una conducta ejemplar. Si esta acción de rescate la hubiera protagonizado el ejército norteamericano, seguro que ya hubiéramos visto una buena película de Hollywood ensalzando la capacidad, la eficacia y el valor de sus soldados. En Irak se otorgaron seis Cruces al Mérito Militar con distintivo rojo (en guerra). Tres fueron con motivo de la batalla de Najaf en ese 4 de abril de 2004.
Fecha | 4 de abril de 2004 | |||
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Lugar | Nayaf ( Irak) | |||
Casus belli | Intento de liberación de Muqtada al-Sadr. | |||
Resultado | Victoria aliada | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Fuerzas en combate | ||||
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Bajas | ||||
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1 Comentarios
Que buen relato, emocionante. Que profesionalidad.
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