EL ASESINATO DEL MAYOR ENEMIGO DEL IMPERIO ESPAÑOL Y SU ATERRADOR CASTIGO

Se ofreció una recompensa de 25000 coronas por su cabeza. Felipe II lo llamaba "peste del conjunto de la cristiandad y un enemigo de la raza humana"



¿Quién era Guillermo de Orange?

Guillermo de Orange-Nassau, llamado el Taciturno, fue un noble flamenco miembro de la Casa de Nassau y se convirtió en Príncipe de Orange en 1544. Se educó en la corte del emperador Carlos V, y durante los primeros años del reinado de Felipe II formó parte del Consejo de Estado de Flandes, encargado de asesorar a la princesa Margarita de Parma.

Su oposición al cardenal Antonio Perrenot de Granvela, el principal abogado de las pretensiones centralizadoras de Felipe II, que atentaban contra los intereses de la nobleza de los Países Bajos, así como su temor a las actitudes de intransigencia religiosa con los protestantes y calvinistas emanadas de la corte española, lo fueron alejando paulatinamente de su lealtad a su rey.

Aun así, se mostró indeciso durante los disturbios iconoclastas que agitaron Flandes en el año 1566, pero la llegada del duque de Alba con sus tercios, y la terrible represión ejercida con la instauración del Tribunal de Tumultos que condenó a diversos nobles flamencos como Egmont y Horn, lo obligaron a exiliarse entre los hugonotes franceses con su hermano Luis de Nassau.

Guillermo de Orange

Los acontecimientos de 1572, que culminaron con la toma de Brill por los «mendigos del mar» y provocaron la defección de Holanda y Zelanda, propiciaron una base territorial para conducir la lucha contra España. El motín de los tercios, que saquearon Amberes en 1576, y la hostilidad general contra Felipe II, a causa de la imposición al orden ejercida por el duque de Alba, fueron hábilmente utilizados por Guillermo de Orange para atraerse a las ciudades del sur de Flandes y reunir las Diecisiete Provincias en un frente conjunto para alcanzar un acuerdo con Felipe II que salvaguardase las libertades religiosas y las instituciones de los Países Bajos.

Esta unidad se rompió pronto, y los intentos de Guillermo de Orange de imponer un gobernante extranjero en la persona del duque de Anjou terminaron en fracaso. Finalmente, Felipe II lo declaró fuera de la ley y puso precio a su cabeza.

Enemigo público número uno.

El rey Felipe II, descontento con la situación en los Países Bajos, había enviado al duque de Alba   para restaurar el orden. Alba estableció un Tribunal de los Tumultos (conocido popularmente Tribunal de la Sangre) para juzgar a los implicados en las revueltas y la iconoclasia.

Guillermo fue uno de los 10000 convocados pero no apareció. Fue declarado fuera de la ley y sus propiedades confiscadas. Como uno de los más importantes y populares políticos de los Países Bajos, se convirtió en el líder de la resistencia armada. Financió a los Mendigos, grupos de refugiados protestantes que actuaban como corsarios y asaltaban las ciudades costeras, matando por igual a españoles y holandeses. También reclutó un ejército, formado principalmente por mercenarios alemanes, para enfrentarse a Alba en tierra.

Consciente del protagonismo alcanzado dentro de la rebelión, Felipe II declaró a Guillermo de Orange una «plaga», lo acusó de traición, ingratitud y herejía y puso precio a su cabeza en 1581. 

El primer intento de asesinato.

En solo un año se orquestó el primer intento de acabar con la vida de Guillermo de Orange. Este primer intento fue llevado a cabo por un vizcaino llamado Juan de Jáuregui. Contratado por el comerciante alavés Gaspar de Añastro, la parte del trato era que por la cabeza de Orange Juan de Jáuregui recibiría 2877 coronas. Este acepto el trato sin dudarlo. El comerciante le proporcionó una pistola, le indicó la fecha de la operación y se fue a Brujas, ciudad que por entonces se hallaba bajo jurisdicción española. 

El día elegido fue el domingo 18 de marzo de 1582, durante la celebración de los festejos por el cumpleaños de Francisco de Francia, duque de Anjou, su principal aliado en la lucha contra España. Guillermo de Orange salía del comedor en que acababa de almorzar cuando fue abordado por Jáuregui con el pretexto de hacerle una solicitud. Al recoger los papeles y darse la vuelta, el asesino sacó su pistola y le disparó a bocajarro en la cabeza.  No ha quedado claro si aquel arma estaba defectuosa o es que el vizcaíno la cargó mal y le estalló en la mano. El caso es que la bala atravesó el cuello de su víctima por debajo de la oreja derecha, atravesó el paladar y salió por el maxilar izquierdo, dejando al conde de Nassau malherido pero vivo. Uno de los caballeros que le acompañaban echó mano a su espada y atravesó a Jáuregui, rematado inmediatamente por los alabarderos de la escolta. Su cadáver fue colgado públicamente en una plaza. 

Intento de asesinato a Guillermo de Orange por Juan de Jáuregui

Guillermo de Orange estuvo en estado crítico un par de semanas pero finalmente consiguió salir adelante gracias a los cuidados de sus médicos.


El asesinato de Orange.

Balthasar Gérard (nacido en 1557) era un borgoñón, católico, vasallo del rey Felipe II de España, que consideraba que Guillermo de Orange había traicionado al rey español y a la religión católica.

Felipe II ofreció una recompensa de 25000 coronas al que matase a Guillermo de Orange, al que llamaba "peste del conjunto de la cristiandad y un enemigo de la raza humana". Gérard decidió ir a los Países Bajos para asesinar a Guillermo. 

Se presentó ante el Duque de Parma con sus planes, pero no logró impresionar a Farnesio. En mayo de 1584, Gérard se presentó ante Guillermo haciéndose pasar por un noble francés y le entregó el sello del conde de Mansfeld. Este sello permitiría falsificar mensajes y enviarlos en nombre del conde. Guillermo envió a Gérard a Francia para que entregara el sello a sus aliados franceses.

Balthasar Gérard

Gérard regresó en julio, tras haber comprado pistolas en el viaje. El 10 de julio concertó una cita con Guillermo de Orange en su residencia de Delft. Cuando Guillermo de Orange subía las escaleras hacia el segundo piso le habló el capitán galés, Roger Williams, quien se arrodilló ante él. Guillermo puso su mano en la cabeza del viejo capitán, momento en el que Balthasar Gérard saltó desde un rincón oscuro. Gérard sacó sus armas y disparó dos veces. Guillermo cayó. Se cree que sus últimas palabras fueron «Mon Dieu, ayez pitié de moi et de mon pauvre peuple» (Dios mío, ten piedad de mi alma y de este pobre pueblo). Gérard escapó por la puerta lateral y corrió por un estrecho sendero perseguido por Roger Williams. Casi había alcanzado un terraplén desde donde pretendía saltar al foso. En el otro lado le esperaba un caballo ensillado. Llevaba una vejiga de cerdo atada a la cintura para que le ayudase a flotar. Sin embargo tropezó con un montón de basura. Un sirviente y un alabardero del príncipe que habían corrido tras él le atraparon.

Se dice que cuando sus captores le llamaron traidor respondió «No soy un traidor, soy un sirviente leal de mi señor». «¿Qué señor?»-le preguntaron. «De mi amo y señor, el rey de España».

En ese momento llegaron más pajes y alabarderos del rey, que le arrastraron adentro de la casa a puñetazos y golpes con la empuñadura de las espadas. Como entendió de lo que decían que el príncipe seguía vivo gritó «¡Maldita sea la mano que falló!».

La brutal sentencia.

Ya en la casa fue examinado inmediatamente por los magistrados de la ciudad. En el interrogatorio no mostró desesperación ni arrepentimiento alguno, sino un júbilo tranquilo. Dijo que «Como David, había asesinado al Goliat de Gath».

En la primera noche de su cautiverio Balthasar Gérard fue colgado de un palo y latigado. Tras esto sus heridas se untaron en miel y se trajo a una cabra para que lamiera la miel con su afilada lengua. Sin embargo la cabra se negó a lamer al sentenciado. Tras ésta y otras torturas se le dejó pasar la noche con las manos y los pies atados para que no pudiese dormir. Durante los tres días siguientes se le abucheó y colgó de un palo con las manos atadas a su espalda.

Los agujeros de bala aún visibles en el Prinsenhof (Delft)

Durante media hora se le colgó un peso de 136 Kilos (300 libras) de los dedos gordos de los pies. Tras esta media hora se le calzaron dos zapatos aceitados de piel de perro dos dedos más cortos que sus pies. En este estado se le llevó ante un fuego. Cuando los zapatos se calentaron se contrajeron aplastando sus pies. Cuando le retiraron los zapatos, su piel chamuscada se había desprendido de la carne. Tras dañar sus pies se le marcaron las axilas. Tras esto se le vistió con una camisa empapada de alcohol, se vertió grasa ardiendo sobre él y se introdujeron clavos afilados bajo sus uñas. Se dice que Gérard permaneció calmado durante la tortura.

Entonces los magistrados sentenciaron que se le debía quemar la mano derecha con un hierro incandescente, después separar la carne de sus huesos con pinzas, destriparle y descuartizarle vivo, su corazón debía sacarse de su pecho y ser arrojado contra su cara y, finalmente, se le decapitaría.

En lugar de las 25000 coronas de recompensa, Felipe II les dio a los padres de Balthasar tierras en Lièvremont, Houtaud y Dommartin en el Franco Condado (en el actual departamento de Doubs), y la familia recibió un título nobiliario. Más tarde le ofreció estas tierras al hijo del asesinado Príncipe de Orange pero asegurando que la familia de Gérard continuaría recibiendo una proporción de las rentas. Esta oferta fue rechazada con desdén, así que los estados siguieron bajo el gobierno de la familia Gérard.

Sasbout Vosmeer trató de conseguir que se canonizase a Gérard. Robó la cabeza de Gérard y la mostró a los oficiales de la Iglesia en Roma, pero la Iglesia rechazó la idea.

Carta de recompensa del rey Felipe II de España a la familia de Balthasar Gérard, 1590




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