LA SANGRIENTA BODA DE ALFONSO XIII Y VICTORIA EUGENIA

 La muerte cayó del cielo en forma de ramo de flores ocasionando 25 muertos y un centenar de heridos.

“Sólo fue al final de la calle cuando me arrojaron flores. Mi marido me dijo que había prohibido que echaran flores pero que ya no había peligro. No tuve ni tiempo de preguntar ¿qué peligro?"

Foto del momento exacto del atentado.

Esta es la historia de una de las bodas españolas más importantes del siglo XX. Pocas bodas reales fueron tan trágicas como la que tuvieron al rey Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg el 31 de mayo de 1906. Después de un año de relación, a distancia, o con muchas intrigas en la corte española, la pareja decidió casarse por todo lo alto y mostrarse al fin ante el pueblo español que jamás olvidó su enlace. La ciudad de Madrid y el país se echaron a la calle para festejar la unión de su rey, Alfonso XIII, con Victoria Eugenia de Battenberg. 

En 1905 la pareja se conoció en un baile celebrado en el Palacio de Buckingam durante una especie de gira europea del monarca en busca de su consorte. Meses después, el compromiso de boda se formalizó para el 31 de mayo ya que ella debía cumplir la mayoría de edad para casarse. Con el objetivo de que la futura reina Victoria Eugenia pudiera contraer matrimonio con Alfonso XIII, primero tuvo que bautizarse (pertenecía a la Iglesia anglicana) y pertenecer a la Iglesia católica, evento que se realizó en el palacio de Miramar de San Sebastián el 7 de marzo de 1906 en una ceremonia privada.

Alfonso XIII y Victoria Eugenia

España se viste de gala.

La mañana del 31 de mayo de 1906 la comitiva del Rey partió del Palacio Real de Madrid con cuarenta carrozas de gala, entre las que se encontraba la familia real, las Casas Reales invitadas y veinte grandes de España. Estos últimos habían sido invitados con el único requisito de albergar una carroza de gala, de lo contrario quedarían excluidos. Se consultaron a 54 grandes de España, de los que respondieron afirmativamente una veintena. 

La jornada se desarrollaba según lo previsto. La ceremonia comenzó a las once en punto en la iglesia de San Jerónimo el Real. Concluido el acto, se formó la comitiva en dirección al palacio. El primer coche lo ocupaban la reina María Cristina, madre del novio, la princesa Beatriz de Battenberg, madre de la novia, el infante don Carlos de Borbón y su hijo Alfonso, entonces heredero al trono. Les seguía el llamado coche de respeto, es decir, un carruaje vacío, y, finalmente, el que ocupaban los novios. 

Video original de la boda

El atentado y el horror.

Era un enlace de lujo que nadie quería perderse. Además de medios internacionales de todo el mundo, se estima que más de 400.000 asistentes esperaban expectantes a los recién casados. A su salida el cortejo nupcial se dirigía al Palacio Real lentamente para que la multitud de personas que había en la calle vieran el maravilloso séquito y el carruaje de caballos blancos donde iban los reyes. 

Al pasar por el número 88 de la calle Mayor de Madrid la comitiva sufrió un atentado con una bomba camuflada en un ramo de flores tirada desde uno de los balcones. Cuando la humareda se disipó, el espectáculo era dantesco. Los heridos y fallecidos yacían sobre el pavimento, y los gritos de espanto y las peticiones de auxilio eran ensordecedores. La reina permanecía recostada sobre el asiento, con los ojos cerrados y la falda llena de cristales. Tras asegurarse de que se encontraba bien, el rey bajó del carruaje y acompañó a Victoria Eugenia hasta el coche de respeto. La reina tenía el vestido y los zapatos manchados de sangre, y, según un testigo presencial, el soberano no cesaba de repetir: “¡Qué desgracia, Dios mío! ¡Qué desgracia!”.

La tremenda explosión provoco la muerte de 23 personas entre las que se encontraba la marquesa de Tolosa, hija del marqués de Perales, y su hija, que admiraban el desfile desde un balcón cercano, miembros de la guardia real y personas que admiraban el desfile. La explosión no hirió a los reyes ni a los guardias que iban en la carroza, entre ellos Diego López Peralbo, escolta de la familia real en la fecha. 


La reina se presentó ante los invitados con el traje manchado de sangre por los muertos que había provocado el atentado. El collar del Toisón de Oro del rey se partió y se le rompió el uniforme a la altura del pecho, ya que un trozo de la bomba entró en la carroza, quedando incrustada en el asiento. Este trozo se lo entregó la reina María Cristina a su cuñada la infanta Paz, quien mandó crear con él una placa votiva para Nuestra Señora de Altötting.

Ese mismo día, tras el atentado, se canceló la recepción en Palacio, así como el baile que estaba previsto para el día siguiente en señal de duelo. Al día siguiente se celebraron los funerales de la marquesa de Tolosa y de su hija. A pesar de este funeral, el resto de celebraciones continuaron y el monarca así lo demostró con un paseo por la ciudad en coche descubierto.

Edificio desde el que se arrojó la bomba

Mateo Morral, un anarquista en busca y captura.

Mateo Morral era el nombre del autor de la matanza. Había abrazado el ideario anarquista desde muy joven. En 1906 viajó a Madrid con el propósito de atentar contra el rey Alfonso XIII. El propio Morral había escrito una «descripción minuciosa de cómo debe fabricarse un explosivo» en un libro titulado Pensamiento revolucionario. la bomba le habría sido entregada diez días antes del atentado, procedente de Francia y envuelta en una bandera francesa, por su ideólogo favorito, Nicolás Estévanez.

El 31 de mayo de 1906, día de la boda real, cuando la comitiva se dirigía de vuelta de la iglesia de los Jerónimos al Palacio Real de Madrid, Morral esperaba su paso desde el balcón de la pensión en la que se hospedaba, ubicada en el tercer piso del número 88 (actualmente 84) de la calle Mayor. A las 13h 55', cuando la carroza real pasaba bajo él, arrojó la bomba oculta en un ramo de flores. El ramo con la bomba tropezó en su caída con el tendido del tranvía y se desvió hacia la multitud que estaba observando la comitiva. Más de cien personas resultaron heridas. Otro artefacto, que no llegó a estallar, se encontró al otro lado de la calle, en Capitanía. 

Tras el atentado, Mateo Morral fue a refugiarse, a primera hora de la tarde, en la redacción de El Motín, cuyo director, José Nakens. Nakens facilitó a Morral acomodo en la casa de un tipógrafo de su imprenta, donde pasó la noche. Consiguió escapar de Madrid, pero el 2 de junio fue reconocido por varias personas en un ventorrillo cercano a la estación de Torrejón de Ardoz, la Venta de los Jaraíces, donde se detuvo para comer, esperando tomar el tren para Barcelona. Estas personas, que sospecharon de él por sus dedos vendados, su acento catalán y la falta de correspondencia entre sus finos modales y la ropa que vestía (un mono de mecánico). Avisaron al guarda jurado particular de la finca de Aldovea, Fructuoso Vega, quien, tras requerirle la documentación, le conminó a acompañarle al cuartelillo de Torrejón. Pero, no lejos del lugar, extrajo una pequeña pistola Browning con la que dio muerte en el acto a Vega. Trató de huir, mas, viéndose rodeado, se disparó en el corazón a orillas de un río próximo.

Foto del cadáver de Mateo Morral tras su suicidio

El 3 de junio, el cadáver del anarquista fue trasladado en tren a Madrid y depositado en el hospital del Buen Suceso para su identificación. Su cuerpo y el del guarda fueron mostrados en el ayuntamiento del pueblo, hasta que se los llevaron a Madrid a las pocas horas. «... a la vista del féretro, el pueblo en masa que se hallaba estacionado ante el ayuntamiento prorrumpió en mueras al asesino y al anarquismo al mismo tiempo que vitoreaba a los Reyes de España. Fue preciso, ante las manifestaciones de hostilidad de los vecinos, y a fin de impedir que destrozaran el cadáver como se proponían, que seis parejas de la Guardia Civil de Torrejón y San Fernando rodeasen el carro donde iba el féretro». 








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